26 de febrero de 2010

El ídolo de la la 'laicidad'



Siempre es más fácil cuestionar la heterodoxia ajena que la mitología propia. Con singular presteza, le han llovido al senador Pablo Gómez los reclamos por su posición favorable a derogar el inciso E del Artículo 130 constitucional (que prohibe la participación política de los ministros de culto). Evidentemente, el senador Gómez rompe con una arraigadísima ortodoxia de la izquierda, pero no sólo de la izquierda (por esta confusión que imagina al jacobinismo como quintaesencial a la izquierda, incluso hay priístas que se proclaman 'de izquierda', cuando el régimen corporativista del PRI fue la mayor bendición para la derecha empresarial en una época de inestabilidad mundial y conflictos sociales).


ORTODOXIA Y HEREJÍA

Muchos de los reclamos contra la nueva concepción de laicidad que el senador Gómez promueve han tomado la forma de auto de fe y juicio sumarísimo. Parece tentador instalarnos en el papel de Torquemadas (o Robespierres) a defender la siempre virtuosa tradición ortodoxa. Pero la verdad es que nunca me han convencido las descalificaciones del otro sólo por ser hereje, por escoger sus propias convicciones, por pensar con su propia cabeza. Así que en vez de preparar la leña verde para incinerar lentamente al hereje, me parece mucho más consecuente la lidea de discutir sus argumentos y confrontarlos con los del dogma al uso en la gelatinosa izquierda jacobina que padece nuestro país.


LA RELIGIÓN CIVIL

Ante una lectura defectuosa e interesada de la laicidad moderna, la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR) suele asumir como su lema: “¡Laicidad, sí; laicismo agresivo, no!” . Pero este lema no describe adecuadamente lo que hicieron los jacobinos o los gobiernos estalinistas: no se trató de una modalidad de ´laicismo', sino de ateísmo dogmático impuesto (en el caso estalinista) y de religión civil, en el caso de los jacobinos. No pretendían abolir toda forma de religión, sino sólo permitir las que no fueran intolerantes, JJ Rousseau lo ponía así:

Los dogmas de la religión civil deben ser sencillos, en pequeño número, enunciados con precisión, sin explicación ni comentarios. La existencia de la Divinidad poderosa, inteligente, bienhechora, previsora y providente; la vida por venir, la felicidad de los justos, el castigo de los malos, la santidad del contrato social y de las leyes; he aquí los dogmas positivos. En cuanto a los negativos, los reduzco a uno solo: la intolerancia; ésta entra en los cultos que hemos excluido (...).

Ahora que no existe ni puede existir religión nacional exclusiva, se deben tolerar todas aquellas que toleran a las otras, mientras sus dogmas no tengan nada contrario a los deberes del ciudadano. Pero cualquiera que se atreva a decir "fuera de la Iglesia no hay salvación", debe ser echado del Estado...


Esta es la diferencia principal entre la religión civil jacobina y la laicidad liberal, la primera pretende someter a las expresiones religiosas a una serie de requisitos (que pueden ser incluso razonables, si se quiere), la segunda antepone libertades esenciales como la de expresión y de creencias. Nada en la vida es absoluto, por ello incluso los derechos humanos pueden ser válidamente limitados, en determinadas situaciones extraordinarias (como con las cuarentenas en epidemias catastróficas de algo como el Ebola). Pero limitar los derechos y libertades esenciales durante siglos sólo porque le tenemos miedo a la ICAR, me parece un despropósito impresentable como criterio para restringir los derechos humanos de las y los mexicanos.


LA IDOLATRÍA DE LA 'LAICIDAD'

Esta discusión a veces me recuerda a la discusión histórica entre partidarios y enemigos de la Trinidad. Hoy en día parece difícil encontrar un asunto que por provenir de la filosofía griega del siglo IV nos diga menos sobre nuestra realidad y nuestras necesidades. Sin embargo la educación teológica de los cristianos todavía señala como decisivo y central un dogma que nunca parece haber dado consuelo, inspiración o vida a nadie. La actitud de alarma ante una modificación del marco legal de las asociaciones religiosas me parece esencialmente injustificada, aunque alguna formulación desdichada del senador Pablo Gómez pueda suscitar esa alarma (cuando habla de resarcir a la “jerarquía de la ICAR” de injusticias pasadas). No, el derecho de libertad de religión (de creer y de no creer) es un derecho de las personas, no un derecho de las instituciones jerárquicas.

El cumplimiento de las leyes jacobinas que nos rigen siempre han sido un campo de 'tolerancia' de los gobiernos. Y al no cumplirse no había quejas contra México por violar los derechos humanos fundamentales. Pienso que la ley puede servir para muchas cosas, pero difícilmente para protegernos de nosotros mismos. Aunque pusiéramos la palabra laicidad en cada artículo de la constitución, iniciar una acción legal contra la libertad de expresión de un jerarca eclesial podría llevar, por más legal que fuera la acción, si no prima las libertades individuales esenciales sería evidentemente injusta y abusaría de los derechos humanos. La laicidad jacobina no nos ha protegido del creciente poder del clero católico, de la influencia que ejerce sobre los actores políticos. Cuando el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, había donado discrecionalmente fondos públicos a la ICAR nos dimos cuenta de que no había ningún recurso legal para impugnar su arbitrariedad. ¿De verdad habría mucha diferencia si tuviéramos un gobernador con alzacuellos? ¡Dudo que pudiera ser menos laico que el gobierno de Emilio González Márquez!


LOS DERECHOS HUMANOS SON DE TOD@S

Los defensores a ultranza del paradigma jacobino suenan como el Procurador General de la República, Arturo Chávez Chávez, que dice que respeta plenamente los derechos humanos, pero impugna el matrimonio civil del mismo sexo y la adopción. De la misma manera, cuando hablan de otros temas, muchos de estos jacobinos rinden culto de dientes para afuera a los derechos humanos, pero al hablar de la religión les parecen justificadísimas las restricciones arbitrarias permanentes. Los derechos humanos son una integralidad interredependiente, no puedes decir selectivamente, 'esta parte sí me gusta, pero esa no la acepto' y considerarte partidario de los derechos humanos. Si la libertad de creencias y de expresión significan algo, deben permitir que cada cual escoja libremente sus creencias y prácticas religiosas (o ninguna).


LAS IGLESIAS Y LA POLÍTICA

Puede ser útil reflexionar sobre cómo se regula esta relación en otros países. En los EUA, las iglesias cuentan con exención de impuesto sobre la renta, pero en la medida en que intervengan activamente en política electoral o partidista, pueden perder su exención para ser tratados fiscalmente como cualquier grupo político. Hay que distinguir entre el derecho humano de los ministros de culto a expresar sus opiniones y a participar políticamente, y las consecuencias que puede tener para una iglesia actuar electoral o partidistamente. Actualmente, en México, la ley prohibe a los ministros de culto posibilidad de asociarse, candidatearse y llamar a votar por un partido o coandidato. He aquí una gran oportunidad de adecuarse a los derechos humanos.


MERECEMOS SER TRATADOS POR LA LEY COMO ADULTOS

Y bueno, la ley da un paso más allá al prohibir a los ministros que: “en reunión pública, en actos del culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, [no podrán] oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios”. Cualquier abogado sabe que la ley y la justicia no son sinónimos. Y cuando hay leyes injustas es indispensable para la democracia que se escuchen las voces disidentes. ¿Qué sentido tendría prohibir que lso ministros e iglesias se opongan a leyes e instituciones? Está el caso de la iglesia cuáquera en los EUA, que por su vocación pacifista promovió la objeción de conciencia contra las guerras... Si hubiera estado vigente una ley jacobina les habrían quitado el registro.

Es célebre la resolución de la Suprema Corte de los EUA, en el sentido de que la libertad de expresión debe primar sobre acciones irrespetuosas como quemar la bandera. ¿Por qué los mexicanos permitimos que nos oprima una ley de la bandera y el escudo nacional que no es sino un resabio de la religión civil jacobina? ¿Es que nuestras opiniones valen menos que un mero símbolo?. Hace poco se canceló la transmisión de un capítulo de la serie South Park en el que aparecía el presidente Felipe Calderón Hinojosa y el pretexto autoritario fue que aparecía la bandera con el escudo nacional en un contexto no permitido por la susodicha ley. Todos los días hay maestros de primaria que pretenden expulsar a los alumnos que no participan del culto civil a la bandera, como si el derecho a la educación no primara sobre la religión civil, que el mismo JJ Rousseau consideraba sólo uno entre varios. ¿No va siendo hora a de superar el infantilismo jacobino para transitar a una sociedad respetuosa de los derechos humanos de tod@s?