19 de febrero de 2008

Por qué soy agnóstico

Revdo. Don Beaudreault, 9 de septiembre de 2001.
Iglesia Unitaria Universalista de Sarasota, Florida

Palabras de apertura: "Mi credo" (adaptado)

Amar la justicia, anhelar lo correcto, amar la misericordia; compadecerse con los que sufren, socorrer al débil, olvidar los agravios y recordar lo bueno; amar la verdad, ser sincero, proferir palabras honestas; amar la libertad, sostener una guerra implacable contra la esclavitud en todas sus formas; amar la belleza en el arte y en la naturaleza; cultivar la mente, familiarizarse con los pensamientos poderosos que han expresado los grandes genios de la humanidad y con los actos nobles de todo el mundo; descartar el error, destruir el prejuicio, recibir las nuevas verdades con alegría; cultivar la esperanza, otear la calma más allá de la tormenta y el amanecer más allá de la noche; hacer lo mejor que podía hacerse, y luego resignarse. Esta es la religión de la razón, el credo de la ciencia. Esto satisface al cerebro y al corazón.

Robert Ingersoll (1833-1899)

Sermón:

El siguiente es el epitafio que aparece en la lápida de la tumba de John L. Jones, en el Cementerio West Ripley, Maine. Murió a la edad de 64 años, en1875:

Vine sin mi consentimiento
Viví unos pocos años inconforme
Afligido por los errores humanos.
Me regí por las leyes de la razón
Pero el desprecio obtuve y no el aplauso
Por el descreimiento.
Pues nada me convirtió jamás
A la fe que algunos afirman
Pero ahora que la tumba me acoge
Los supersticiosos supondrán
Que condenado estoy a la infernal perdición.
Pero es sólo que ellos no saben
Que las opiniones frecuentemente de la ignorancia fluyen
Carentes de seguro fundamento.
Serán estos hombres apacibles los decepcionados
Por todo cuanto creyeron
Sin demostración alguna.
Me habría encantado conocer al señor Jones. Parece tan claridoso y directo –incluso desde la tumba. ¡Imagino lo que habría sido conocerlo en vida!

Tal vez, entre la comunidad temerosa de Dios de West Ripley, Maine, en aquellos días, este hombre era un dolor de cabeza para la mayoría de ellos, aunque, sería de esperarse, algunos se habrían alineado con este librepensador –¡e incluso habrían conversado con él!

Con todo, John L. Jones iba contra la mayoría establecida de su tiempo cuando se rehusó a aceptar sin más las doctrinas, credos y dogmas religiosos. Por lo que él nos dice:

Pero el desprecio obtuve y no el aplauso
Por el descreimiento.

Probablemente fue considerado un hereje de primera clase.

Y sí, alguien como este caballero podría sentirse a sus anchas con los lineamientos usuales actuales de nuestro sistema abierto de creencias en las comunidades Unitarias Universalistas.

Por el mero epitafio no es posible determinar si el señor Jones era "agnóstico" (alguien que no sabe si hay un Dios) o 'ateo' (alguien que cree que no hay un Dios).

Aún así, si él hubiera sido miembro de algunas de nuestras congregaciones en el estado de Maine de su tiempo –o miembro de esta misma congregación que solamente tiene 49 ½ años– algunos habrían estado de acuerdo con él, y otros no.

Es de vital importancia, sin embargo, afirmar el pensamiento de Leo Rosten, quien en su obra 'Words Toward a Creed' (Palabras hacia un credo) dice:

Debemos aprender que aquellos que nos agradan no siempre están en lo correcto, y que aquellos que nos desagradan no siempre están equivocados.

En otras palabras, no tenemos que estar de acuerdo con alguien sobre sus creencias –las teológicas u otras– para sentir agrado y respetar a esa persona. Esto, desde luego, se aplica en casos diferentes a desvaríos inhumanos, vociferaciones, despotriques y llamados a la destrucción del mundo.

La otra cosa que Rosten afirma me interpela como agnóstico fundacional –lo que significa que no solamente no si Dios existe o no, sino que tampoco el porqué y para qué de la existencia humana (nuestro propósito, nuestro destino). Dice Rosten:

Debemos tener el coraje de vivir sin absolutos, sin dogmas… Debemos aprender a encontrarnos con la vida a través de una serie de aproximaciones tentativas y provisionales, sabiendo que podríamos no alcanzar nunca las metas finales, que las verdades últimas podrían ser por siempre incognoscibles, pero que la vida no contiene nada más precioso que el proceso por medio del que los humanos alcanzamos el máximo límite del que somos capaces, tensamos al máximo la mente y el corazón.

Apuesto a que John L. Jones y Leo Rosten hubieran simpatizado mutuamente. La máxima tensión de la mente y el corazón, de la que nos habla Rosten, es exactamente lo que Jones dice:

Que las opiniones frecuentemente de la ignorancia fluyen
Carentes de seguro fundamento.
Serán estos hombres apacibles los decepcionados
Por todo cuanto creyeron
Sin demostración alguna.

"¡Muéstrame!" dice el agnóstico, el buscador de respuestas sobre el propósito y el sentido último. "¡Tensa al máximo mi mente y mi corazón!" "¡Inclúyeme en el proceso de buscar verdades, en vez de que solamente me digas cuál es la verdad –de acuerdo a ti o a tu sistema!"

Así pues, esta es nuestra premisa esta mañana, este "tensar" es el agnosticismo.

Para establecer esta premisa, debo añadir a su dimensión advertencias, anotaciones, imprimatur, instancias, sugerencias, y ajustes de actitudes. En otras palabras, tengo algunos consejos sobre lo que significa ser agnóstico.

1. Ser agnóstico no es tener una licencia para la complacencia o la soberbia sobre los imponderables de la existencia humana.

Un ejemplo de una afirmación sarcástica y autocomplaciente (aunque deliberadamente divertida, al mismo tiempo) proviene del historiador y crítico religioso del siglo XIX, el francés Ernest Renan, quien "oraba" la que el llamó "La plegaria del agnóstico":

¡Oh Dios, si es que hay un dios, salva mi alma, si es que tengo alma!

Y debo añadir lo que el agnóstico W. C. Fields (William Claude Dukenfield) tenía que decir sobre esto. Incluso en su lecho de muerte mantuvo su mordaz ingenio, autocomplacencia y aire pagado de sí mismo bastante intactos. Al ser descubierto leyendo una Biblia en su lecho de muerte, él explicó:

Busco una incongruencia.

Ahora que, lo sé bien –pues he asistido a muchas reuniones sociales UU–, que del 'estilo' agnóstico a veces se pasa fácilmente a una visión cínica del mundo [=la que espera lo peor de todos, o que asume que nadie actúa por principios. N del T] –aunque frecuentemente resulta mordaz e ingeniosa–, especialmente cuando hay vino presente.

Pienso que esta es una clase de actitud como la que muestra la princesa usamericana de las declaraciones sardónicas, Dorothy Parker (1893-1967). Esto sucede cuando las mentes sofisticadas de gran alcance se deleitan zarandeando las opiniones aceptadas y el comportamiento de "la chusma".

La dificultad, según la veo, es que una opinión tan firme sobre el sentido y propósito de la vida humana no es particularmente agnóstica ni unitaria universalista.

Y esto es así, porque tanto el agnosticismo como la religión liberal implican un sistema abierto, en el que las posibilidades no están cerradas; sino que admiten el descubrimiento de las nuevas verdades que siempre surgen.

Afirmar esto me permite añadir otro punto de apoyo a mi premisa de tensar al límite la mente y el corazón:

2. Ser agnóstico significa consagrarse a los rigores de la exploración.

Debido a que afirmamos que no sabemos, estamos obligados, si es que hemos de ser auténticos con nosotros mismos como personas con integridad intelectual y emocional a emprender gozosamente la tarea de llegar a ser siempre más y más concientes de lo que significa ser seres humanos.

Para mí esto significa aceptar la manera cíclica de adquirir conocimiento: estudiar, adquirir experiencia, reflexionar, sintetizar, crear –y luego iniciar de nuevo el proceso.

Desde luego, este debe ser un proceso intencional, hay que tener presentes, también, los imponderables –aquellas cosas más allá de nuestro control– que nos ocurrirán.

Pero, a la manera de Benjamín Franklin, podríamos establecer una manera definida y disciplinada de adquirir claridad sobre quiénes somos en relación con el propósito y el significado establecidos por las formas en que existe el universo (mismas que algunos, desde luego, eligen llamar "Dios")

Esta intencionalidad significa que por nuestra metodología de proceso lo que se esperará de nosotros es:

estudiar –la gran sabiduría de los hombres y las mujeres de todos los tiempos

adquirir experiencia –sobre las complejidades de la vida; sus aventuras; y paradojas [=situaciones inverosímiles o aparentemente absurdas]

reflexionar –sobre nuestro estudio y experiencia, meditar sobre su significado

sintetizar –nuestros pensamientos, sentimientos y acciones: hacernos congruentes

crear –nuevo conocimiento, que se añade al que ya tenemos

repetir el proceso –de estudiar, adquirir experiencia, reflexionar, sintetizar, crear, y repetir el proceso una y otra vez…

En verdad, ser agnóstico significa que no esperamos que la jornada llegue nunca a un fin. Nuestra búsqueda por entender lo que significa ser humanos y estar relacionados con el universo y con los poderes de la creación, sostenimiento y destrucción, es continua.

Hay todavía otra cualidad de ser agnóstico de la que me gustaría hablar, es algo que mencioné de pasada.

3. Ser agnóstico significa que la actitud de uno puede ser gozosa o resignada; esperanzada o fatalista; pero el gozo y la esperanza son los más encantadores.

Esta es la diferencia entre ser "fideísta" y ser "futilitario".

La palabra "fideísmo" proviene de la tradición teológica católica y significa la filosofía de la fe, de la esperanza.

Ser un agnóstico esperanzado o un agnóstico fideísta, significa que tu actitud abrazará el lado positivo de la cuestión de dios: piensas, sientes, y actúas con la fe de que aunque una deidad no ha mostrado claramente ante ti cuáles podrían ser sus relaciones contigo y con el resto del mundo, ¡esperarás, sin embargo, que esa fuente creativa pudiera existir!

La palabra "futilitario" proviene de un grupo de gente que había renunciado a la expectativa de que la humanidad estuviera progresando, en vez de esto, creían que la vida era una serie de paradas e inicios y que realmente no conducía a nada; que la vida era fútil.

Ser agnóstico fatalista, o agnóstico futilitario, significa que tu actitud deja la puerta abierta para que dios entre eventualmente, pero realmente no esperas que tal entrada tenga lugar. Para ti, el mundo y tu relación con él tiene más prosa que poesía; sus orillas son filosas; su sentido circular, más nihilista que creativo; más utilitario que idealista.

4. Ser agnóstico significa que has aceptado la idea de que el tiempo es tu amigo, no tu enemigo; de que no necesitas temer a la carencia de conciencia del instante.

A diferencia de muchos sistemas de pensamiento –incluyendo a los espirituales–, ser agnóstico no garantiza un entendimiento inmediato.

La visión agnóstica del mundo se expande momento a momento. No hay experiencias repentinas de conversión deslumbrante en las que la 'verdad' entre en tu ser, y cambies para siempre.

Aquellos que temen un mundo en el que no haya un libro de reglas sobre cómo vivir la propia vida no se sentirán tranquilos como para declararse agnósticos. La actitud abierta de los agnósticos, acepta y abraza la vida –en su integridad, con sus lugares obscuros y temibles, así como con su luz y sus lugares de avivamiento– y procura adquirir entendimiento a través de todos los mensajes contradictorios que nos da la existencia humana.

Más que temer que no haya una salvación instantánea, ni una grandiosa epifanía, el agnóstico glorifica la libertad de perseguir un objetivo, de aceptar y rechazar el sistema complejo en el que la vida aparece a veces como un plácido estanque; y otras veces como un mar encolerizado.

"¿Qué puedo aprender de esto?" Es la pregunta del agnóstico –una pregunta que sera formulada a través de toda la vida.

No sería la pregunta de un no-agnóstico, que más bien se interrogaría, "¿Qué camino puedo tomar para que me diga lo que debo creer y la acción que debo tomar? ¿Dónde está la figura de autoridad que me tranquilice al indicarme que la vida tiene sentido y propósito?"

En conclusión, debo afirmar que la razón de Por qué soy agnóstico es debido a que el agnóstico es una persona que procura permanecer intrépidamente de pie frente a la relatividad; que busca, no absolutos para un mundo imperfecto, sino que sigue procurando crear gozo y sentido, momento a momento a momento.

Agnóstico es aquel:

Que no se siente complacido ni soberbio hacia los imponderables de la existencia humana.

Que se consagra a los rigores de la exploración –a través del estudio, la reflexión, la adquisición de experiencia, la síntesis, la creatividad, y la repetición del proceso.

Que tiene la elección entre adoptar una actitud gozosa y esperanzada, o una resignada y fatalista, pero opta por la primera actitud.

Que no teme a la carencia de conciencia del instante, pero que cree que el sentido de la vida se despliega momento a momento.

Bueno, como John L. Jones de West Ripley, Maine, aquellos de nosotros que nos llamemos "librepensadores" –tal vez "agnósticos"– comúnmente no somos entendidos por la mayoría. Y con notable frecuencia, hemos sido objeto de burlas y de no pocos comentarios despreciativos.

Pese a esto, el agnóstico –el buscador que se mueve más allá de las respuestas prescritas por la iglesia o el estado– no hace nada menos que ser auténtico hacia lo que su corazón le indica.

Permítanme cerrar con las palabras del biólogo del siglo XIX, Thomas Henry Huxley:

Me tomó alguna reflexión, e inventé lo que concebí como el título apropiado de "agnóstico". Llegó a mi cabeza como una antítesis sugestiva de "gnóstico" [la corriente que] en la historia de la iglesia manifestaba conocer tanto sobre las mismas cosas de las que yo era ignorante.

Y así, amigos míos, esta mañana, frente a ustedes afirmo que, ¡También, soy tan ignorante como el señor Huxley, y espero que estén de acuerdo!


Palabras de cierre: de "La oración de un estoico" (adaptada)

Que no sea enemigo de nadie… que nunca planee un mal contra nadie… que ame, busque, y obtenga sólo lo que es bueno… que no gane ninguna victoria dañina para mí o mi oponente…que pueda reconciliar a amigos disgustados entre sí… que al visitar a los afligidos sea capaz, a través de palabras gentiles y restauradoras, de mitigar su dolor… que me respete a mí mismo… que siempre mantenga el control de lo que me enfurece dentro de mí… que me acostumbre a ser gentil…

Eusebio

'Fe' y 'creencia'

Revda. Linda Hoddy, Congregación Unitaria Uiversalista de Saratoga Springs, NY, 13 de junio de 2004 http://www.saratoga-uu.org/Transcripts2.cfm?TN=serv0423

En muchos de los movimientos por la justicia social, en nuestro país, es común escuchar que la gente dice, "Nos reunimos como gente de fe" para derrotar la pena de muerte, o para luchar por justicia económica, o para preservar la libertad reproductiva. Tal trabajo es una consecuencia natural de la religión, que en sus muchas modalidades casi siempre concita los esfuerzos hacia la justicia social. Como nos lo dice el escritor del Libro de Santiago (2.26), de las escrituras cristianas: "En resumen: así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta si no va acompañada de hechos." Pero esta palabra, 'fe', ¿qué significa realmente? Ciertamente se parlotea mucho, y muy descuidadamente, sobre ella. Me parece especialmente notable en el movimiento a favor del derecho a decidir (pro-choice) y a favor de los derechos reproductivos, la gente acostumbra decir en respuesta a la gente religiosa que se opone a la legalización del aborto, "Somos gente de fe, y apoyamos aborto". ¿Qué significa eso realmente? ¿Significa que creemos las mismas cosas? Aparentemente no, porque lo escuchas de cristianos, budistas, y judíos.

Por el lado negativo, a veces hablamos de 'esposos infieles', gente que no cumplió las expectativas de lealtad a su alianza matrimonial. En el mundo financiero, cuando se compra un bono, está respaldado por la completa fe y crédito del vendedor, lo que significa que el comprador puede tener fe en que su inversión será retribuida con intereses. [La palabra 'infidencia' significa en según el Diccionario de la Real Academia Española: "Violación de la confianza y fe debida a alguien"]. En el movimiento por los derechos civiles, particularmente entre la comunidad afroamericana, uno escuchaba la amonestación, "mantén la fe, hermano, mantén la fe". Por lo general esta era una amonestación para seguir la lucha, no rendirse, ser optimista respecto a que finalmente los derechos iguales llegarían.

A veces, uno escuchará a los unitarios universalistas (UU) describirse como 'gente de fe'. Y de nuevo, me pregunto lo que quieren decir con ello. De hecho, me hace retorcerme un poco de incomodidad, dado que no tenemos credos, ni teología oficial. Algunos entre nosotros reivindicamos una creencia en Dios, mientras que otros de nosotros no. Algunos nos describimos como humanistas, cristianos, paganos, budistas y, al mismo tiempo, unitarios universalistas. Algunos no añadimos nada a nuestro unitarismo universalista. ¿Así que qué queremos decir cuando decimos que somos 'gente de fe'? ¿Es acaso la fe alguna clase de común denominador subyacente? Debido a estas preguntas, es que decidí reflexionar sobre la relación entre creencia y fe.

Recuerdo un himno de mi infancia que contenía las palabras "Sólo creer, sólo creer. Todas las cosas son posibles, con sólo creer". En el ámbito de una iglesia cristiana fundamentalista, tomé estas palabras como un estímulo para creer en Dios y en Jesús, su hijo unigénito, como mi salvador personal.

Pienso que siempre me sentí un poco culpable debido a que no podía lograr creerme del todo esas cosas. Por lo menos no en un sentido muy literal o real. Tal vez, si de verdad lo pusiera todo de mi parte, podría incorporarlas en un sentido metafórico(1), pero no en el sentido en el que normalmente uso la palabra creer. La mayoría de los días, lucho con la creencia. La mayoría de los días, por lo menos en mis días buenos, si me preguntan si creo en Dios, diré que sí. Y por ello quiero decir que creo que existe alguna clase de fuerza consciente detrás de los procesos que sostienen al universo en su forma siempre cambiante. Pero mantengo esta creencia de una manera libre y flexible, y puedo entender por qué otra gente no cree en Dios. Algunos días, no estoy segura de creer. Así que, ¿soy una persona de fe?

En la historia humana reciente, en el mundo occidental, hemos refundido las palabras 'fe' y 'creencia'. Si uno 'tiene fe', se asume que uno 'cree', por lo menos en Dios, y si el interlocutor era además cristiano, en Jesús como el hijo único de Dios. El mundo frecuentemente está dividido entre 'creyentes' y 'no-creyentes'. Esto lo escuchamos en la iracunda retórica del islam integrista. Se refieren a quienes no somos musulmanes como 'infieles', aquellos 'sin fe', porque no creemos en Alá. Cuando comparamos el fundamentalismo cristiano y el fundamentalismo islamista, encontramos reivindicaciones enfrentadas de poseer la verdad final. Lógicamente, ambas no pueden ser simultáneamente ciertas. Jesús no puede ser al mismo tiempo la única encarnación del único Dios, y simplemente un profeta que precedió a Mahoma. Así como hemos encontrado a gente que proviene de muchas culturas diferentes, hemos sido obligados a reexaminar nuestras propias creencias, así como la reivindicación de que solamente la gente que crea lo mismo que nosotros sería 'gente de fe'.

El pionero en el examen de esta tensión entre fe y creencia es Wilfred Cantwell Smith (1916-2000). Cantwell Smith es un estudioso de las religiones comparadas que investigó en muchos lugares por todo el mundo y enseñó muchos años en Harvard. Él afirmó que "lo que creemos" no es la pregunta religiosa más significativa. Mucho más importante resulta la clase de fe que tenemos, y cómo la vivimos.

Tratemos de definir los términos un poco. Al usar la palabra, 'creencia' hoy, se refiere a una actividad mental, a sustentar ciertas ideas. Como todos sabemos, estas construcciones mentales varían grandemente alrededor del mundo. Los judíos creen en un Dios creador del cielo y la tierra. Los cristianos creen en Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los hinduístas creen en tantos como 300 millones de dioses diferentes, aunque todos provienen de Brahman. Muchas formas de budismo no implican una creencia en Dios. Todos estos sistemas religiosos tienen alguna forma de creencia. ¿Pero acaso tienen todos una 'fe'?

Cantwell Smith diría, "sí", debido a que la 'fe' es algo que está relacionado con aunque no es idéntico a la 'creencia'. La refundición de fe y creencia es más bien una reciente aberración occidental y cristiana.

¿Qué es la fe si no es creencia?

He aquí la respuesta de Cantwell Smith:

La fe es más profunda, más rica y más personal [que la creencia]. Es engendrada y sostenida por la tradición religiosa, en algunos casos recientes, y hasta cierto grado por su doctrina, pero es una cualidad de las personas, no del sistema. Es una orientación de la personalidad, hacia uno mismo, hacia el vecino, hacia el universo; una respuesta total; una forma de mirar lo que uno ve y de manejar lo que sea que uno maneje; una capacidad para vivir en un nivel mayor que el mundano; de ver, de sentir, desde el punto de vista de una dimensión trascendente.

Entonces la fe es una cualidad del vivir humano. De acuerdo al patrón más elevado ha tomado la forma de serenidad y valor, lealtad y confianza, y gozo que nos habilitan para sentirnos en casa en el universo, así como para encontrar sentido en el mundo y en la propia vida, un significado que es profundo y final, y es estable sin importar lo que pueda sucederle a uno mismo en el terreno de los acontecimientos inmediatos. Hombres y mujeres con esta clase de fe hacen frente a la catástrofe y la confusión, a la abundancia y a las penas, sin perturbarse; hacen frente a las oportunidades con convicción y empuje; y se acercan a los otros con una jovial caridad. (Fe y creencia: La diferencia entre ellas en inglés, p 12).

De acuerdo con esta definición, puedo decir que conozco a un gran número de ateos, humanistas, y budistas que no tienen una creencia en Dios, pero a quienes describiría como gente de gran fe. Son gente de gran compasión. Trabajan en muchos y variados movimientos por la justicia social. Son optimistas, Son capaces de visualizar un mundo mejor y de trabajar por él. Parecen capaces de manejar lo que sea que surja en su camino. Son gente de fe.

Sin excepción, cada vez que Cantwell Smith encontró la palabra 'fe' tal como se usa en otras religiones, siempre conlleva un significado mucho más amplio de lo que es nuestro uso común del término 'creencia'. La fe siempre "implica un alineamiento del corazón o de la voluntad, un compromiso de lealtad o confianza" (como lo resume James W. Fowler en Etapas de la Fe, p 11). La palabra hindú para fe puede describirlo mejor. La palabra es 'sraddha' que significa, "atrapar el corazón de uno".

James Fowler, al escribir 20 años después de Cantwell Smith, lo resume así:

Para que algo o alguien atrape el corazón de uno se requiere haber 'comprendido' o comprender el sentido de aquello hacia lo que uno es leal. La fe, por lo tanto, implica visión. Es un modo de conocimiento, o de reconocimiento. Uno se compromete hacia aquello que es conocido o reconocido, y vive lealmente, con la vida y el carácter conformados por ese compromiso. (Fowler, p 11)

De aquí que pueda verse cómo resulta que la fe es un fenómeno universal humano. Sin importar nuestra cultura o nuestra religión, podemos tener fe todos tenemos cosas que atrapan a nuestros corazones, con las que alineamos nuestras voluntades, con las que comprometemos nuestra lealtad y confianza. De cualquier forma, necesitamos preguntarnos si la nuestra es buena fe o mala fe. ¿Cómo podemos diferenciarlas?

James Fowler nos dice esto a propósito de juzgar la fe:

Las tradiciones de fe religiosa no pueden ser juzgadas únicamente con criterios utilitarios. Las tradiciones de fe religiosa, si son dadoras de vida y transformadoras de la vida, hacen mucho más que llamarnos a vivir en un acuerdo de fidelidad con nuestros compañeros de existencia. La fe religiosa debe hacernos capaces de enfrentar la tragedia y la finitud en las devastadoras y desconcertantes formas particulares en que se nos presentan, sin rendirnos ante la desesperación y el menoscabo moral. La fe religiosa debe nombrar y hacer frente a aquella tendencia profunda en nosotros a convertirnos a nosotros mismos —y a las extensiones de nosotros— en el centro del mundo. La fe religiosa debe proporcionarnos liberación y redención del pecado, de la obsesión egoísta sólo por uno mismo, y de todas las estrategias de vida y estructuras que surgen de ellos. La fe religiosa debe vincularnos a la comunidad de memoria compartida y esperanza compartida con la que nos unimos para simbolizar nuestra condición humana y para llevar a cabo las visiones que pueden animar y dar nueva vida. La fe religiosa no puede reducirse a lo ético o a lo meramente utilitario. Pero, como parte de esta contribución mayor e indispensable que la fe religiosa puede proporcionar para hacer y mantener humana a la vida, necesita responsabilizarse por la renovación y la extensión de un convenio universal con el ser. Necesita ser responsabilizada por su más amplia contribución a la buena fe en la tierra. (294)

Así que conocemos la buena fe por lo que produce y por lo que hace por nosotros. ¿Es tu fe dadora de vida y transformadora de la vida?. ¿Te permite o ayuda a sobreponerte a tus tendencias que pueden ser destructivas hacia ti y hacia otros? ¿Te proporciona una visión de cómo la vida podría ser mejor? ¿Te inspira a trabajar para hacer realidad esa visión? ¿Te provee de formas para simbolizar tu humanidad y te sostiene cuando te enfrentas a la pérdida de seres amados? ¿Te sostendrá a través de situaciones que amenazan la vida o de tus enfermedades? Todas estas cosas y más son lo que pedimos a nuestra fe. Y para la mayoría de nosotros, forjar tal fe por nosotros mismos es muy difícil, si no es que imposible. La mayoría de nosotros, tendremos una fe más fuerte y mejor si la forjamos en una comunidad religiosa.

Cuando estudiaba para el ministerio, los estudiantes fuimos invitados a una cena, una noche, con el Comité de Fraternidad Ministerial (MFC), la instancia acreditadora de nuestro ministerio. Ellos examinan a los candidatos para nuestro ministerio y deciden sobre su admisión. Así que todos nos dirigimos en parvada hacia el sótano de la Primera Parroquia de Cambridge para una cena compartida, 'de traje' (en la que cada cual trae un platillo), y para una sesión de preguntas y respuestas con la docena aproximada de integrantes del MFC. Una de las estudiantes habló con preocupación sobre lo incómoda que se sintió cuando le preguntaron qué era aquello que "los unitarios universalistas creen". Ella no sabía cómo contestar y quería saber lo que estos directivos de nuestro movimiento tenían que decir sobre esa cuestión.

Uno de los integrantes del MFC, y desconozco el nombre de esa persona, respondió, "Considero que somos gente que creemos en la posibilidad". Aquello siempre ha permanecido conmigo. Somos gente que cree en la posibilidad. Tenemos fe en que siempre es posible hacer mejor las cosas. No nos quedamos sentados sin hacer nada, ni tronándonos los dedos de pensar que el mundo se va al abismo aceleradamente. Podemos ver cómo el mundo podría ser diferente, y esa habilidad para visualizar, para postular un mejor camino, nos presiona a actuar para hacer realidad esta visión

Uno de nuestros lemas siempre ha sido "OBRAS Y NO CREDOS(2)" Esa es otra forma de decir, las creencias no son tan importantes como las acciones. Cuando yo era ministra en Plattsburgh, un congregante me comentó de la experiencia que tuvo al trabajar en un ministerio interreligioso de justicia social. Él empezó a conversar con una mujer episcopaliana que le preguntó qué era lo que los UU creían. Él le respondió "Creemos en las obras y no en los credos". La bien vestida mujer episcopaliana puso las manos sobre las solapas de su traje sastre, las empujó una contra la otra, se irguió muy derecha, con su nariz muy levantada miró a mi amigo y le espetó, "Bueno, nosotros creemos en ambos".

Pero tal posición podría estar cambiando. Un artículo reciente en The Christian Century [El siglo cristiano] se tituló, "Going Creedless?" ["¿Dejar de lado los credos?"] (June 1, 2004. Pages 24-28). El artículo respondía a cuatro libros recientemente publicados sobre el cristianismo primitivo, al que podríamos llamar cristianismo pre-credo, o cristianismo precanónico(3). Éstos sostenían que los credos fueron concebidos más por razones políticas que porque reflejaran la verdad divina. Los credos surgieron con el objetivo de unificar al cristianismo. Y sus autores afirmaron que más importante que la creencia correcta es "la confianza que nos habilita para comprometernos con lo que anhelamos y amamos" ("Going Creedless?" Christian Century, June 1, 2004, p 28).

Cualquier movimiento religioso debe eventualmente decidir cuáles son sus verdades centrales, sus principios centrales de organización, si ha de adquirir coherencia. Por ello es por lo que el Credo Niceno del cristianismo fue forjado en el año 323, en el Concilio de Nicea. Con estas verdades convencionales se construyó progresivamente una doctrina. Y entonces aparece alguien que aporta una nueva revelación, una nueva experiencia de lo divino que desafía la verdad recibida. Hay tensión conforme la versión personal de la verdad se pone a prueba contra la verdad recibida y la sabiduría de la comunidad. Si no hay manera de que la religión asimile la nueva verdad, finalmente morirá.

En los conflictos sobre qué es la verdad, nosotros los unitarios universalistas nos hemos inclinado más del lado del individuo que del de la colectividad. Nuestro enfoque de la verdad ha sido más abierto. Tememos a los credos debido a que clausuran la posibilidad de una nueva verdad. Esto nos da mayor libertad para definir la fe para nosotros, pero también a veces provoca que lamentemos la carencia de un centro sólido.

Hasta el momento presente, estoy dispuesta a buscar una solución de compromiso para equilibrar dos diferentes realidades. Me parece valioso mantener un enfoque más abierto hacia la verdad, estar listos para aceptar una nueva verdad cuando se descubra.

Hay un cuentito folclórico que narra a su vez Anthony De Mello y que capta el problema de las verdades fijas. Va más o menos así.

El diablo fue una vez a pasear con un amigo. Vieron a un hombre delante de ellos agacharse y recoger algo del suelo.

"¿Qué encontró el hombre?", preguntó el amigo.

"Un pedazo de la verdad", replicó el diablo.

"¿Y no te preocupa eso?", le preguntó el amigo.

"No", dijo el diablo, "lo dejare inventar una creencia con ello".

Al comentar el relato, De Mello dice:

Una creencia religiosa es una señal que apunta en la dirección de la verdad. Cuando te aferras a esa señal evitas moverte hacia la verdad, porque piensas que ya estás ahí.

Otra forma de decirlo podría ser que es la fe la que te permite vivir con tu duda. Y paradójicamente, es la duda la que nos permite tener una fe más profunda. La fe nos da la confianza para no aferrarnos a verdades ya superadas, sin ninguna vigencia, porque sabemos, creemos, tenemos la esperanza, de que una verdad siempre mayor llegará pronto. El resultado es una mayor apertura hacia la vida, hacia las diferentes formas de vida, hacia las posibilidades nuevas. Para mí, vivir de esta manera es tener una fe mayor que si nos aferráramos a ideas que ya no creemos que son verdaderas.

Pero la fe es algo más que el asentimiento intelectual de la verdad. La historia de las palabras 'fe' y 'creencia' ['belief', en inglés] indica que originalmente, ambas tenían tanto que ver con el corazón, como con la cabeza. Originalmente, 'creer' significaba 'tener en alta estima', 'virtualmente amar'. En alemán, aún hoy la palabra 'belieben' significa exactamente, 'tener en alta estima' (Smith, p 105) 'gustar de algo'. En inglés, la palabra ha evolucionado de 'leof', que significaba querido, o amado, a la forma verbal, 'to belove'. Ya no se usa esta forma, excepto para hablar de 'my beloved' ['mi bienamado']. Así que en el inglés actual todavía se escuchan ecos de aquella vieja implicación del corazón, pero hoy se usa la palabra creencia ['belief'] principalmente en el sentido de dar un asentimiento intelectual.

Al refundir creencia y fe, hemos perdido una gran parte de sus significados. No solo necesitamos creer en algo intelectualmente. Necesitamos saber qué es aquello a lo que entregamos nuestros corazones, nuestra lealtad. Como lo pregunta James Fowler, "¿Con qué te aplicas y a favor de qué eres aplicado?".

Lo que somos al final, si queremos una fe fuerte, no es sólo asentimiento intelectual, ni "tan sólo creer lo que no es", como una persona acertadamente señaló. Vamos en pos de una fe fuerte que nos permita estar abiertos a lo que sea que encontremos en el camino, esto nos traerá gozo en la vida, nos dará optimismo y esperanza, nos contemplará a través de las muertes de quienes amamos, y nos ayudará a hacer frente a nuestra propia muerte con ecuanimidad y paz. Una buena fe también nos dará algo a lo cual dedicar nuestras vidas, y en ese compromiso nos será posible encontrar significado. La fe, dice Smith, "implica un alineamiento del corazón o de la voluntad, un compromiso de lealtad y confianza". Creer en Dios, en un sentido tradicional, podría ser, o no ser, el objeto central de tu fe. En el sentido de Dios del escritor austriaco Rainer Maria Rilke (1875-1926) como, "lo mejor que podemos concebir", puedo asumirlo con entusiasmo. Quiero alinear mi voluntad, entregar mi corazón, comprometerme, ser leal, y confiar en la mejor visión que podemos concebir para preocuparnos y ocuparnos del mundo, de los humanos y de las otras criaturas que lo habitan.

Cada una y cada uno de nosotros debe construir una fe por sí mismo. Y esta construcción es un proceso permanente a lo largo de la vida. Crecer en la fe es una jornada de toda la vida. Y es más probable crecer de esta manera en una comunidad que en soledad. ¿Dónde encontramos tal comunidad? Bueno, la encontramos en las tradiciones de sabiduría, como llama Huston Smith a nuestras sagradas escrituras. Esos escritos están llenos de ideas sobre qué es lo lo mejor para entregar la vida de uno.

Pero incluso esto no es suficiente. También necesitamos una comunidad viviente, en la que podemos poner a prueba nuestras verdades, investigar lo que pueden parecernos revelaciones, contra lo que otros piensen. Necesitamos una comunidad con la cual simbolizar los significados de nuestras vidas.

La fe no es un producto que podamos comprar. Las iglesias y sinagogas, templos y mezquitas, no son 'tiendas de fe' a las que podamos ir a adquirir más fe. Desarrollar la fe es un compromiso para toda la vida, un proceso de por vida. Y ese proceso se ve más como una espiral que como una línea recta. A lo largo de los ciclos de nuestra búsqueda podemos creer y descreer de dios o de los dioses, a lo largo de la jornada. Pero una fe fuerte puede sostenernos, guiarnos, empoderarnos, profundizar nuestra visión y empujarnos a entregar nuestros corazones y vidas a lo mejor que conocemos. Que no seamos gente que tan solo mantiene la fe. Que seamos gente de una grande y buena fe que sea una bendición para el mundo.

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NOTAS DEL TRADUCTOR

(1) metáfora. 1. f. Ret. Tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita; p. ej., Las perlas del rocío. La primavera de la vida. Refrenar las pasiones. 2. f. Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión; p. ej., el átomo es un sistema solar en miniatura. DRAE

(2) credo. Del Latin "credere" creer. Una declaración corta de creencias religiosas, usualmente motivada por la necesidad de destacar las enseñanzas de la iglesia, por oposición a la herejía. Post-credo indicaría estar más allá de los credos, o habiendo superado la necesidad de los credos.

herejía: Proviene de la palabra griega para "escoger". Creencias prohibidas por la política del cuerpo directivo de un grupo de fe. La herejía de un grupo es frecuentemente creencia obligatoria o credo de otro. Considérese, por ejemplo, el criterio para la salvación que se enseña en tres grupos cristianos diferentes: la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormones), y los fundamentalistas protestantes. Las creencias obligatorias de un grupo pueden ser al mismo tiempo las herejías condenadas del pasado para otro grupo (y viceversa).

hereje: persona que cree en una o más herejías.

(3) canon. El Canon de la Escritura en el cristianismo se refiere al conjunto de libros seleccionados de entre los libros de las Escrituras Hebreas, las docenas de evangelios, y las muchas docenas de epístolas de la Biblia. Algunos cánones contienen sólo 39 libros de las Escrituras Hebreas (Viejo Testamento) y 27 libros de las Escrituras Cristianas (Nuevo Testamento). Otros cánones incluyen los Apócrifos. Algunos teólogos liberales han recomendado que el canon se abra a escritos adicionales.



Linda Hoddy: 'Fe' y 'creencia'


Mi 'caída' al unitarismo

De cómo me liberé del ateísmo dogmático y pasé a un agnosticismo fideísta

Dado que mis padres se conocieron en un ámbito marxista, desde siempre he sido ateo. Cuando me dejaban al cuidado de mi abuela, a los 4 años de edad, recuerdo bien que discutía con ella y una tía y yo sostenía que "Dios no existe". Hoy pienso que el marxismo no está tan alejado finalmente del tronco abrahánico como se cree por lo general, e incluso constituye más bien su rama secular, pero esa es otra historia...

Así que por muchos años fui un marxista jacobino anticlerical furibundo. Hasta que llegó el momento de mi conversión [metanoia, es la palabra griega para rectificar el camino] y pude entrever una nueva luz. Desde que tengo a mi hijo mucho en mi vida ha cambiado. Lo educamos en casa con valores liberales, pero nunca está de más una instancia social externa que refuerce y valide estos valores. Siempre me han gustado las discusiones sobre teología, aunque la mayoría de las tradiciones teológicas me parecen intragablemente dogmáticas y arbitrarias, como que se dedican a dar vueltas interminablemente para marear a la perdiz y así hacer como si justificaran viejos desatinos impresentables. Así llegué a Beliefnet.com que es un sitio en le que hay artículos, debates e intercambios entre gente de los grupos de fe, de adeptos de un grupo o posición contra otros, o sobre temas interesante (todo en inglés).

Ahí encontré un curioso test (que a la postre resultó mi oráculo personal), que se llama Belief-O-Matic y que me ofreció una nueva manera de entenderme a mí mismo.

Este test compara tus creencias personales con las de los 26 principales grupos de fe, o posiciones sobre la religión. Yo suponía que me resultaría 100% ateo, o humanista secular y ya. Sin embargo el resultado fue algo completamente inesperado para mí. Mi resultado fue 96% humanista secular, pero ¡100% unitario universalista!

Al principio me pareció que habría seguramente un error en esto. Pero luego de navegar un par de meses por la red e investigar la visión del unitarismo encontré que efectivamente se adpataba a mis aspiraciones espirituales y éticas. La clave estuvo en la primera pregunta del Belief-O-Matic :

¿Cuál es la cantidad y naturaleza de la deidad, o deidades (Es decir, Dios, dioses, poder superior)?

Y al contemplar las posibles respuestas tuve una epifanía:

Ningún Dios ni fuerza suprema. O, no estoy seguro. O, no es importante.

Y entonces me di cuenta que como ateo dogmático doctrinario finalmente me ataba al mismo poste que los creyentes dogmáticos, así sea para combatir sus posiciones, asumía que la discusión más importante en el mundo era la existencia o inexistencia de Dios, y así caía inadvertidamente en su garlito, aceptaba sin darme cuenta que ellos establecieran el terreno de la discusión, las prioridades del debate y definieran las categorías conceptuales en que había de darse.

A los unitarios nos resulta igualmente aceptable que alguien crea, o no, en las deidades que necesite creer. No promovemos ninguna creencia obligatoria o dogma institucional. Una buena parte de los unitarios somos ateos, agnósticos o humanistas religiosos, pero no tenemos ningún problema para convivir en la misma comunidad de adoradores con teístas, deístas, neopaganos, cristianos, budistas, panteístas, animistas, judíos, hinduistas, mazdeístas u otros creyentes. No nos une el dogma, sino la búsqueda de maneras de ser bendición para el mundo, individual y colectivamente, y cada cual escoge las creencias religiosas que mejor le persuadan para la salvación por el carácter moral: ser aquí y ahora las mejores personas que podamos ser.

Me parece un error que de entrada cedamos a los fanáticos y fundamentalistas de toda laya el monopolio del campo social de lo religioso. Creo que el cambio social también puede transitar por ese espacio.

Me seduce una iglesia que no se autoproclame poseedora de ninguna verdad exclusiva, pero que se inscriba decididamente entre los promotores de los derechos humanos y del respeto irrestricto a la libertad de conciencia, incluso dentro de la iglesia.

Sigo siendo no-creyente en deidades, pero ya no pienso que esta posición sea un requisito indispensable para cualquier vida virtuosa.

Saludos en la fe liberal,

Francisco Javier Lagunes Gaitán
Atizapán de Zaragoza, México
5378.7808
04455.2021.1837
unitarius@gmail.com

18 de febrero de 2008

¿Acaso la tolerancia desarma a los liberales religiosos?

El autor de 'El final de la fe' tiene buenas y malas noticias

Por Warren R. Ross para UUWorld.org 15.08.2006. En su libro —un éxito de ventas—, El final de la fe, Sam Harris ofrece una perspectiva sombría sobre las consecuencias de la creencia religiosa. "En tanto que sea aceptable que una persona crea que sabe lo que Dios quiere que todos en la tierra vivan", escribe, "seguiremos asesinándonos los unos a los otros por causa de nuestros mitos".

Si Harris se limitara a demostrar cómo la fe de algunos musulmanes los ha conducido a los bombardeos suicidas, las decapitaciones, y a los asesinatos masivos en el World Trade Center, su tesis no sería terriblemente polémica en los EUA. Pero su crítica de la fe religiosa es mucho más amplia —y pega mucho más cerca de casa.

"Es hora de que reconozcamos", escribe, "que todos los hombres y mujeres razonables tienen un enemigo común. Se trata de un enemigo tan cercano a nosotros, y tan engañoso, que guardamos silencio incluso aunque amenace destruir la misma posibilidad de la felicidad humana. Nuestro enemigo no es otro que la fe misma". Aunque, prosigue, "sigue siendo tabú criticar a la fe religiosa en nuestra sociedad, o incluso señalar que algunas religiones son menos tolerantes y compasivas que otras. Lo peor en nosotros (el engaño absoluto) ha sido elevado más allá del alcance de la crítica, mientras que lo mejor (la razón y la honestidad intelectual) debe permanecer oculta por miedo a ofender".

Harris señala con alarma la influencia de la derecha cristiana en los Estados Unidos. Los reconstruccionistas cristianos —una de las facciones más espantosas y radicales de la derecha religiosa, que enseña que los homosexuales deben ser ejecutados— pueden tomar el teléfono y hablar con al asesor principal de Bush, Karl Rove, en la Casa Blanca. Pero este deslizamiento de la nación hacia la teocracia no es culpa sólo de los fanáticos, según sostiene Harris. Los moderados religiosos, cegados por su misma moderación, comparten la culpa. "¿Cuándo fue la última vez que alguien fue criticado por no 'respetar' las creencias infundadas de otra persona sobre la física o la historia?" pregunta. "Las mismas reglas deben aplicarse también a las creencias éticas, espirituales y religiosas".

Hasta este punto, los unitarios universalistas que lean este libro podrían estar inclinados a ovacionarlo. Después de todo, el historiador Earl Morse Wilbur (1866-1956) identificó la razón, la libertad y la tolerancia como los valores centrales de la tradición unitaria —y si hemos dejado de citar esta triada histórica no es porque nos hayamos vuelto intolerantes, sino porque sentimos que la tolerancia no iba lo suficientemente lejos. Tiene un tufillo de condescendencia, se puso de moda decir: No sólo debemos tolerar a otras fes, sino tratarlas con respeto. Harris piensa que esto no sólo es equivocado, sino peligroso.

¿Acaso la crítica de Harris se extiende incluso al unitarismo universalista? Dado que no menciona a nuestra denominación religiosa en su libro, lo llame para averiguarlo. Su respuesta inicial fue reconfortante. "Si pudiera convertir a todo el mundo en unitario universalista agitando una varita mágica", comenzó, "estaría tentado a hacerlo, pues dudo que en ese caso la gente estrellara aviones contra los edificios, ni hiciera explotar a niños en las esquinas, ni supeditara la política exterior de los EUA a los dictados de presuntas profecías bíblicas".

También reconoce sobre una base exclusivamente pragmática que el hecho de ser parte de lo que imprecisamente se llama una comunidad de fe puede ser una fortaleza, dado que "en la medida en que los UU extienden un respeto universal a todas las diversas fes, podrían ser capaces de formar parte del diálogo [interreligioso]." Sin embargo, añade, "podemos hablar sobre la ética y la espiritualidad sin hacer ninguna referencia a las antiguas tradiciones de fe. Debemos dejar atrás el asuntillo de la religión y hablar sobre lo que es verdad ética y espiritualmente". Hacer menos que esto es "moral e intelectualmente sospechoso".

En cuanto a la noción común entre los UU de que todas las fes compartirían un núcleo ético, dice: "Los liberales religiosos tienden a creer . . . que si tan sólo se consultaran los libros sacros con más cuidado, si leyeras el Corán y la Biblia como deberían leerse, obtendrías una teología moderada. Ellos creen que la gente como Osama bin Laden y Pat Robertson tienen una perspectiva distorsionada de la religión. No creo que haya ni una pizca de evidencia para esto".

"En tanto que son reacios a criticar la irracionalidad y el sectarismo", añade, "no ofrecen lo que la sabiduría y la razón podrían ofrecer. Nadie gana puntos por no hablar, y en la medida en que sean reacios a ofrecer un contraste religioso, ceden el campo a los dogmáticos. Su posición es que todas las posiciones religiosas pueden verse bajo una luz universal, que podríamos destacar las virtudes comunes de la paz, la justicia y el juego limpio. Pero hay un límite a esa clase de discurso, debido a que hay creencias que llevan a la gente a hacerse explosionar en público y otras que no, y esa distinción se convierte en algo cada vez más relevante".

Tendríamos que aplicar este criterio incluso a los esfuerzos de Thomas Jefferson por compilar una versión del Nuevo Testamento sin dogmas ni milagros sobrenaturales; también al hecho de que se muestren en las iglesias UU los símbolos de las principales religiones en una búsqueda sincrética de la verdad. Harris también proscribe "la reconfortante noción" de que la intolerancia de otros no sería una amenaza. La única razón por la que la gente que cree en la inerrancia de sus respectivos libros sagrados ya no mata a los que le parezcan herejes es que los modera la ley civil —al menos en nuestra sociedad: En algunos países, señala Harris, los musulmanes todavía lo hacen. Aunque no logren asesinar, los religiosos dogmáticos en nuestra sociedad todavía pretenden silenciar a quienes no están de acuerdo con ellos.

"La certidumbre sobre una próxima vida es incompatible con la tolerancia en este punto", escribe Harris, y quienes deseemos practicar la tolerancia nos habremos desarmado a nosotros mismos al aceptar el tabú de que sería descortés criticar la fe de otra persona. "Cuando tu enemigo no tiene escrúpulos", resume Harris, "tus escrúpulos se convierten en otra arma a su disposición". Este es el doloroso desafío con el que Harris afronta a los liberales religiosos: La autocensura nos silencia con tanta efectividad como lo haría la censura gubernamental.

¿Tiene Harris la razón? Uno de los más gloriosos momentos de nuestra historia denominacional fue en 1568, cuando el humanista húngaro y dirigente religioso unitario, Ferenc Dávid, se presentó ante la Dieta de Torda y abogó exitosamente, junto con el Príncipe Juan Segismundo de Transilvania, para proclamar la tolerancia religiosa en el principado [en la primera proclama de libertad religiosa en Europa, conocida como el Edicto de Torda]. En el resto de Europa declararse protestante bajo un rey católico, o católico bajo un príncipe protestante era arriesgarse a ser ejecutado. Y si eras librepensador, tal como Miguel Servet lo pudo comprobar en 1553, ambos bandos hacían felizmente causa común para quemarte en la hoguera.

Así que ahora, en tanto que la libertad, la razón y la tolerancia se encuentran sitiadas en nuestra sociedad, ¿acaso la autopreservación obligaría a los liberales religiosos a abandonar nuestro cometido de tolerancia religiosa?

El Revdo. Dr. William R. Murry, un destacado ministro UU que anteriormente presidió uno de los 2 seminarios unitarios de los EUA, la Meadville/Lombard Theological School en Chicago, dice: "Me impacienta un poco el concepto de que deberíamos tolerar a todas las religiones debido a que la gente tiene derecho a tener sus propias creencias. Si una religión se basa en la ignorancia, la irracionalidad y el totalitarismo, no es necesario hacerse a un lado y pretender que todo estaría bien. Lo que yo diría sobre la tolerancia es que no podemos tolerar la intolerancia". No es sorprendente que Murry considere a El final de la fe un gran libro en muchos sentidos y que recomiende que se lea ampliamente. "Espero que inicie una conversación nacional", dice Murry.

Luego de que el Huracán Katrina golpeó la costa del Golfo de México el año pasado, el Revdo. Bruce Southworth predicó un sermón para la Iglesia Comunitaria de la Ciudad de Nueva York sobre los desafíos de la tolerancia. Citó a Voltaire"Aquel que puede llevarte a creer en absurdos, puede llevarte a cometer atrocidades"— y señaló los espantosos comentarios del Revdo. Bill Shanks, un pastor de Nueva Orleans, a quien le regocijaba que debido a la catastrófica tormenta la ciudad estaba "ahora libre, tanto de aborto, como del carnaval".

"Estoy convencido", dijo Southworth, "de que somos libres, cada uno de nosotros, de creer lo que queramos, ustedes, yo, el Revdo. Shanks . . . aunque acechan los peligros puesto que temo que hay una buena medida de verdad en las palabras de Voltaire".

Pregunté a Southworth su opinión sobre la acusación de Harris de que promover la tolerancia religiosa desarmaría a los moderados y liberales religiosos. No necesariamente, contestó Southworth. Por ejemplo, el teólogo pionero unitario en los EUA, William Ellery Channing, promovió la tolerancia y criticó el trinitarismo. Hoy en día, reconoce Southworth, la crítica de Channing hacia la "ortodoxia" podría no ser considerada cortés o aceptable; desde luego, "algunos de nosotros podríamos [permitirnos incurrir] en alguna clase de tolerancia descuidada del 'todo se vale'". La tolerancia debe extenderse todo lo que sea posible en cuanto a lo que la gente cree, sugiere Southworth, pero no necesariamente hacia las acciones que surgen de esas creencias. "Hay algunas creencias que escasamente podemos tolerar, pero que, sin embargo, hemos de tolerar debido a las complejidades de los derechos en la sociedad —en tanto que no se conviertan en acciones".

El Revdo. William G. Sinkford, presidente de la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones (UUA), discrepa de Harris. Hacer cualquier cosa que no sea respetar las creencias de los otros, incluso las que desafían las propias, incluso las que desafían nuestro derecho a existir, dice Sinkford, resultaría "violatorio de nuestros principios religiosos de manera tan grave que simplemente no sería una opción. Debemos seguir como somos en tanto que gente religiosa. La clase de discurso que menos ayuda nos presta es el que trataría de probar quién tendría teológicamente la razón".

Al señalar que vivimos en una sociedad altamente pluralista con muchas fuentes de autoridad religiosa, Sinkford expresa la esperanza de que "podemos empezar a avanzar hacia un modo de ser gente religiosa que no signifique pelear por proclamarse como propietarios de la posición 'correcta', sino que entienda que el pluralismo que vivimos puede enriquecernos a todos".

Sinkford accedió a su actual puesto en 2001 con la visión de que la UUA debería participar más activamente en la esfera pública. Ha tenido algún éxito en la promoción de la igualdad matrimonial —una posición ampliamente compartida por los unitarios universalistas— al defender el derecho al matrimonio civil para las parejas del mismo género no como una cuestión política, sino moral. El lenguaje que utiliza, según explica Sinkford, no es el de un pleito con la derecha cristiana, sino que "para asegurarse de que haya suficientes voces liberales religiosas en el debate el discurso debe ser equilibrado". Si no somos escuchados, el discurso estará incompleto y el peligro será que la población amplia pensará que la voz fundamentalista sería la única voz religiosa. Reconoce que podríamos ser parcialmente responsables de esta situación, puesto que "es claro que la voz de la derecha religiosa ha sido potenciada por nuestra disposición a permanecer en silencio por tanto tiempo".

La posición de Sinkford parece apoyar lo que Harris llama la ventaja del liberalismo religioso para desafiar el dominio de la derecha cristiana sobre los medios debido a que podemos hablar desde una perspectiva religiosa. Pero Harris también dice que "invocar a Dios no es más racional que invocar a Zeus", y en tanto que los unitarios universalistas puedan tener una visión más benigna de la fe religiosa, finalmente —afirma Harris— "debemos dejar atrás la fe religiosa al llamar espada a la espada y mito al mito".

El final de la fe se une al creciente coro de voces que defienden las tradiciones racionales de los EUA seculares. También ayuda a forzarnos a los liberales religiosos a afrontar la acusación de que en nombre de la tolerancia habríamos permitido que los militantes dogmáticos dominaran el discurso religioso. Nos desafía a considerar que podríamos haber confundido la tolerancia con el relativismo y substituido el rigor intelectual por el sentimentalismo y el iluso pensamiento desiderativo [wishful thinking].

Puede que no todos coincidamos con el desafío de Harris, pero en palabras del presidente Sinkford, estamos firmes en nuestro cometido "de estar presentes para quienes necesitan que nuestra voz liberal se escuche".

15 de febrero de 2008

El final de la fe

Peter Morales,
Ministro principal
Iglesia Unitaria Jefferson,
Golden, Colorado
7 de enero de 2007
(Trad. Jaume de Marcos)


Tengo que confesarlo. He vuelto a caer en la tentación. Mientras pensaba cómo iba a presentar este sermón sobre el final de la fe, Pat Robertson surgió de la nada y me dio una oportunidad que no podía rechazar. Para los que no lo conozcan, Pat Robertson es uno de los más famosos telepredicadores de Estados Unidos.

Pat acababa de regresar de su retiro anual de fin de año. Durante el retiro, Dios le había dicho que un ataque terrorista contra Estados Unidos iba a causar una matanza durante este año. El año pasado, Robertson dijo que Dios había enviado un infarto a Ariel Sharon como castigo por haber cedido territorio israelí a los palestinos. En 2004, Dios le dijo a Pat que George Bush volvería a ganar las elecciones por un amplio margen. También le dijo que Bush conseguiría reformar la Seguridad Social. El mayo pasado, Dios le dijo que unas tormentas y quizá hasta un tsunami azotarían las costas de América. A Robertson no parece importarle que los mensajes de Dios sean tan precisos como un horóscopo o una tirada de cartas. Su fe parece inquebrantable. Es un hecho revelador sobre nuestra cultura que los medios de comunicación crean que estos desvaríos son noticia.

Chiflados como Robertson son una tentación peor que el más suculento manjar que puedan imaginar. No puedo resistir la tentación de ridiculizar estas creencias tan tontas. Y sin embargo, debería hacerlo. Los telepredicadores como Robertson, Falwell y otros como ellos están tan desquiciados que ya ni siquiera sería divertido burlarse de ellos. Por desgracia, son la punta de un iceberg de creencias religiosas ridículas. Casi la mitad de los norteamericanos afirman creer en el relato literal de la creación tal como aparece en Génesis (sin que les importe que haya dos mitos de la creación distintos en Génesis). Decenas de millones de personas creen que serán elevados a los cielos antes del fin del mundo. Cuatro de cada cinco norteamericanos creen que Jesús va a regresar, y uno de cinco piensan que esto va a suceder durante su vida.

En el mundo musulmán, la situación es igualmente mala. Millones de musulmanes creen que los infieles deben ser ajusticiados. Cada día vemos pruebas de que fieles musulmanes creen que reventarse a sí mismos y reventar a otros es un acto religioso heroico que los conducirá directamente al paraíso. Por cierto, los suicidas creen que en este paraíso vivirán una fantasía erótica para los varones heterosexuales. Peor aún, hay encuestas recientes que muestran que la mitad de los musulmanes piensan que los ataques suicidas están justificados.

Se utiliza la fe para justificar y promover actos de violencia terribles. Por desgracia, esto no es nuevo. Piensen en el reinado de terror cristiano que significó la Inquisición. Todos y cada uno de nosotros habríamos sido víctimas del Tribunal. Piensen en los juicios contra las brujas y los ahorcamiento de Massachusetts. Calvino creía que estaba cumpliendo la voluntad de Dios cuando quemó a Miguel Servet en la hoguera por criticar la doctrina de la Trinidad. Hay muchas historias en las escrituras hebreas de matanzas masivas de hombres, mujeres y niños cuyo único delito había sido vivir en la tierra ansiada por los hebreos. Esas historias no suelen enseñarse en la escuela bíblica. Ni tampoco los pasajes que hablan de apedrear a los adúlteros hasta la muerte. Es un tema recurrente de la historia humana que la fe religiosa sirva como justificación de crímenes.

Por eso no debe extrañarnos que algunas persons piensen que todos estaríamos mejor sin ninguna fe y sin religión. El libro de Sam Harris, The End of Faith (El final de la fe) es un éxito de ventas en Estados Unidos. Lo mismo sucede con otro libro, The God Delusion (El engaño de Dios), de Richard Dawkins. Harris, que concentra la mayor parte de sus críticas en la religión fundamentalista, también descarga su ira contra los religiosos moderados. Según su argumento, los moderados constituyen un problema al hacer que la religión sea más respetable y que sea más difícil atacarla. Harris explica que estaríamos mucho mejor sin ninguna fe de ningún tipo.

La cuestión de si la humanidad estaría mejor sin religiones es una cuestión importante que no puede descartarse de entrada.

Si examinamos nuestro país, ¿creen que estaríamos mejor sin fundamentalismo? Sin duda. El fundamentalismo, particularmente el de la variedad evangélica más derechista, no es sólo erróneo, sino que es peligroso. Los fundamentalistas que creen que el mundo acabará pronto se muestran indiferentes ante el problema de la protección del medio ambiente. Se oponen a los derechos de las personas gays, lesbianas y transexuales, y rechazan que se enseñe biología. También están en contra de que se usen células madre en la investigación científica. Se han opuesto a los derechos de las mujeres. El presidente Bush cree que Dios guía su política de guerra, lo que me hace recordar con nostalgia el cinismo de Richard Nixon o Lyndon Johnson. Si la fe corresponde a muchas cosas que vemos en América, afirmo que la fe debería desaparecer cuanto antes.

Si miramos al resto del mundo, la imagen no es mucho mejor. Una forma militante del Islam se ha infiltrado en muchas partes del mundo. Es un Islam que envía a terroristas suicidas a atacar a gente inocente en el nombre de Alá. Oprime a su propio pueblo, reprimiendo a las mujeres y a cualquiera que disienta. ¿Estaríamos mejor si esta versión militante del Islam desapareciera de la tierra? Sin duda alguna.

Entonces, ¿por qué no decidimos librarnos de la fe y la religión de una vez por todas?

Lamentablemente, la pregunta de si estaríamos mejor sin religión es errónea. Seguro que estaríamos mejor sin religiones que llaman a unas personas a odiar a otras. Seguro que estaríamos mejor sin una fe que pida a la gente que ignore el mundo de la ciencia y la educación.

Pero la fe religiosa ciega, junto con el terrible daño que causa, no van a desaparecer sólo porque un pequeño grupo de eruditos escépticos desee que se desvanezca. He comenzado este sermón burlándome de las conversaciones que Pat Robertson cree tener con Dios. Decía que burlarme de él era caer en la tentación. El problema es que ridiculizar las creencias absurdas de otros (por divertido que sea a veces) no hace ningún bien. Créanme. Lo sé. Lo he intentado durante los últimos 40 años. Es curioso que, cuando uno se burla de las creencias de la gente, éstos se sienten heridos y enfadados. Criticar lo que otros creen puede ser necesario a veces, pero no nos va a llevar muy lejos.

La cuestión real es la siguiente: ¿qué podemos hacer para superar esta lamentable situación? ¿Cómo podemos hacer que el mundo deje de ser un lugar donde la fe religiosa mate a personas y nos ponga en peligro a todos? Porque la fe, tal como existe en el mundo en la actualidad, está causando muertes.

Una cosa que debemos preguntarnos es por qué tantos millones de personas creen en cosas que son tan fantásticas e improbables. ¿Por qué creen de todo corazón que Dios quiere que maten a otras personas que no comparten su fe? ¿Por qué la inmensa mayoría de los norteamericanos creen que Jesús va a volver? ¿Por qué cree la gente que Jesús y Mahoma ascendieron flotando hacia el cielo? ¿Por qué millones de personas rechazan las evidencias palpables que producen la astronomía y la geología y creen en mitos y cuentos de hadas sobre el origen de la vida y el cosmos? La gente que cree todo tipo de cosas imposibles son tan inteligentes como ustedes o yo. La gente no acepta ideas estúpidas porque sean estúpidos.

Creen en todas esas cosas porque les ayuda a dar sentido y propósito a sus vidas. Las creen porque al hacerlo forman parte de algo mayor. La fe religiosa aporta orden y suprime la ansiedad de la duda. La fe, incluso la fe desorientada en leyendas mitológicas, da a la gente la sensación de ocupar un lugar especial en la creación. Da a sus vidas forma y dirección. La fe ofrece tranquilidad. A lo largo de la historia, vemos una y otra vez que la gente prefiere morir por una fe mal enfocada que afrontar una vida que es un abismal absurdo.

Mi objeción a las críticas que personas como Sam Harris hacen a la fe religiosa no es que la crítica sea equivocada. Lo que pienso es que no van a cambiar las cosas. No pueden hacerlo.

El argumento de Harris, por ejemplo, se basa en la distinción que realiza entre fe y razón. Empieza haciendo críticas a las tradiciones religiosas, unas críticas con las que la mayoría de nosotros (aunque no todos, desde luego) estaríamos de acuerdo. Señala el peligro de la fe fundamentalista de todo tipo. Sin embargo, continúa mezclando las fes teístas fundamentalistas con las creencias de los nazis y los comunistas. Aunque ambas ideologías eran ateas hasta el tuétano, Harris las define como "fes" porque son dogmáticas e inspiran a la gente a hacer cosas terribles. Sin duda que hay similitudes entre los sistemas de creencias, tanto si son 'religiosos' como si no. Sin embargo, los comunistas responderían enérgicamente que su visión del mundo es racional y totalmente opuesta a la fe. Lo mismo harían los nazis. ¿Quién decide qué es fe y qué es razón?

El problema de Harris y la gente que piensa como él es que la distinción entre la fe 'mala' y la razón 'buena' apenas es objetiva. Bajo la "fe" tiende a incluir aquellas creencias que a Harris le parecen criticables, mientras que llama "razón" a las creencias con las que está de acuerdo. ¿Sobre qué base decidimos qué creencias son razonables y cuáles no? Harris diría que son razonables aquellas creencias que pueden verificarse empíricamente.

El caso es que las creencias 'razonables' (como las teorías científicas) que pueden probarse empíricamente no nos ayudan mucho en las grandes cuestiones de la vida. Harris cree que la ciencia puede responder a las preguntas humanas fundamentales sobre el bien, el mal y la espiritualidad. Dedica un capítulo entero a la ciencia del bien y del mal. Es, en mi opinión, un ensayo poco argumentado y vacilante que se acerca peligrosamente a la afirmación de que lo bueno es lo que nos hace felices. ¡Gran descubrimiento! Esto no es muy útil ni parece muy profundo. ¿Y qué hacemos cuando lo que a mí me hace feliz te hace a ti infeliz?

Las mentes más brillantes se han esforzado durante siglos por crear un fundamento puramente racional de la ética y por alcanzar una visión de la vida feliz. Estos intentos no han afectado a muchas personas. En los últimos 50 años, grandes filósofos como John Rawls y Jurgen Habermas han escrito obras profundas, reflexivas y ambiciosas que intentan crear una base racional para la idea del bien. Dudo que nadie de los presentes haya leído sus libros (yo los he leído porque eran de lectura obligada en el seminario)
. Nadie, salvo algunos académicos, lee estas cosas. Que una persona crea que la ciencia y la razón van a crear una visión intelectualmente fascinante y emocionalmente satisfactoria de lo que es bueno en la vida, es un salto de fe tan engañoso como creer que el apocalipsis comenzará la semana próxima. La ciencia y la razón no van a decirnos el sentido de la vida.

Así pues, ¿qué nos queda? Por un lado, muchas de las creencias religiosas de la gente son dañinas. Es posible que su fe dé sentido a sus vidas y que creen una comunidad de fe que les proporcione un sentido de pertenencia. Su fe también puede aportarles una tradición espiritual que les abra las puertas a una experiencia espiritual gracias a la oración y a la contemplación. Sin embargo, las religiones tradicionales lo hace a un coste terrible. Participan de un tribalismo que conduce a la violencia y piden a sus seguidores que se cierren a la ciencia y al conocimiento moderno.

Por otro lado, tenemos aquéllos que ven los males inherentes a tales carencias y piden el fin de la fe. Pero, ¿qué nos dan a cambio? Una visión de razón y felicidad que es demasiado fría, erudita, elitista, individualista y hedonista.

Necesitamos algo mejor. Necesitamos tanto un final de la fe como un renacer de la fe. Necesitamos un final de la fe que cree que la religión consiste en creer en lo sobrenatural y en un dios que dirige a unos para que maten a otros. Necesitamos un final de la fe que aboga por la violencia y fomenta la ignorancia. Necesitamos un final de fe que pide sacrificios en esta vida para tener recompensas en la próxima. Necesitamos desesperadamente que acabe esta clase de fe.

Y del mismo modo necesitamos desesperadamente que nazca un nuevo tipo de fe. Necesitamos una nueva alternativa para la gente que busca profundidad, espiritualidad, sentido y propósito en sus vidas.

Necesitamos una fe que sea al mismo tiempo nueva y antigua. Necesitamos creencias y una orientación espiritual que se base en las mejores cosas que las tradiciones religiosas han dado a la humanidad. Necesitamos una fe que se base en las grandes enseñanzas sobre la compasión y la comunidad, y que están en el centro del Judaísmo, el Cristianismo, el Islam y el Budismo. También debemos conservar la sabiduría que contienen todas estas tradiciones sobre el poder de la práctica religiosa. Todas las tradiciones subrayan el valor de la reflexión, tanto si toma la forma de plegaria como la de meditación. Todas las tradiciones enseñan la importancia de una nueva comprensión y el poder del amor. Cualquier fe que hagamos nuestra debe nutrirse del pasado. Rechazar todo el pasado es ser tan ciego como arrogante.

Podemos, y debemos, traer del pasado lo que es bueno y sabio. Y también debemos estar dispuestos a dejar atrás las limitaciones de otros tiempos. Quien busque una explicación sobre la cosmología en un texto que tenga miles de años de antigüedad es un loco. Esos textos fueron escritos por personas muy sabias en algunos aspectos, pero que sabían menos del mundo físico de lo que sabe
hoy cualquier estudiante de enseñanza primaria.

Nuestra fe debe ser un lugar para toda la experiencia humana y para todas las personas. Lo último que necesitamos hoy es un grupo que afirme que Dios les ha elegido. Necesitamos una fe que no trate realmente sobre creencias específicas. Necesitamos
hoy una fe en el antiguo sentido de la palabra 'fe': una confianza profunda. Una fe que trate sobre profundidad: amor profundo, experiencia profunda, compromiso profundo. Necesitamos una fe abierta al presente y al futuro, no atada al pasado.

Podemos crear una fe así. Podemos vivirla. Ya lo estamos haciendo, a nuestra manera imperfecta y dubitativa. Podemos honrar el pasado sin venerarlo. Podemos vivir vidas llenas de esperanza, alegría y sentido. Podemos aprender a amarnos unos a otros más profundamente y servir al mundo.

Debe crear y mostrar otro camino. La única manera de ir más allá de las limitaciones de una fe ciega es tener una fe con los ojos bien abiertos. La única manera de superar una fe que justifique la violencia es una fe que enseñe la compasión. La única manera de dejar atrás una fe prisionera del pasado es una fe digna del futuro. La única alternativa a una fe atrapada por la ignorancia es una fe que disfrute aprendiendo.

Nuestro desafío es ayudar a crear una comunidad de fe así y compartirla con todos. Por eso importa tanto que crezca este pequeño movimiento nuestro. El mundo anhela una fe religiosa que pueda conducirnos a un futuro que supere la violencia, la superstición, el odio y el miedo.

Juntos, podemos hacerlo.

¿Debe haber un final para la fe? Sin duda. Las fes del pasado deben desaparecer antes de que nos aniquilen a todos.

¿Es el tiempo de una nueva fe? ¡Desde luego! Que sea éste el tiempo del renacer de la fe. Tengamos una fe que no trate de creer en lo imposible, sino en confiar en todo lo bueno y amoroso. Seamos fieles a nuestros ideales de compasión y a nuestras prácticas espirituales que nos abren a nuevas intuiciones.

Que el amor guíe nuestros corazones mientras la razón guía nuestras mentes.

Creo que ésta es toda la fe que necesitamos. Ojalá sepamos hacerla realidad. Amén.

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