Por Francis Mortin (marzo de 2005)
A veces he sopesado cuidadosamente qué es lo que el humanismo tiene que ofrecer. Mi mejor hipótesis es que ofrece un corazón a quienes están listos para decir "no" a la autoridad coercitiva. Cuando los humanistas "crecen", encuentran que son anarquistas.
¿La metafísica? ¡Bah! Que los ateos ocupen su completa atención en los dioses; lo que los humanistas dicen es más bien, ¿y a quién le importa la existencia de los dioses, o su negación? Ambas son éticamente irrelevantes.
Así que se deja de lado la preguntas metafísicas sobre las deidades. Lo que debe ser tratado es la dañina enseñanza de la alienación innata, una doctrina central a las visiones judeocristianas. Una persona libre diría con [el gran filósofo trascendentalista y ministro unitario] Ralph Waldo Emerson (1803-1882), "¿La paz con Dios? Dios y yo nunca hemos reñido".
E importa la cuestión de la actitud propia del ser humano. ¿Todas las rodillas deben hincarse? Tonterías. No las mías. Lo siento por las de ustedes, fundamentalistas.
Pero el punto clave ineludible que veo es que ningún individuo debe humillarse ante ningún Dios, ni ante ningún estado. La obediencia, la virtud central del sistema ético judeocristiano, NO es una virtud. ¿Las leyes? No las "obedezcas"; opta por soportarlas. No es la misma cosa.
Como lo muestra Max Stirner (1806-1856) en "El Único y su propiedad" ("The Ego and Its Own"), la sociedad conspira desde tu nacimiento hasta tu muerte para mantener tu conformidad hacia el 'otro', siempre obediente hacia lo que está por fuera de ti mismo. No eres así una persona, sino una cosa. Permaneces reactivo, no creador como Dios. Se te alecciona cuidadosamente para suprimir esa soberanía que es tu derecho de nacimiento. Lee el poema de Alexander Pope (1688-1744), "Ensayo sobre el hombre", sobre lo que realmente somos.
El llamado del humanismo es a sostener un espejo frente a la humanidad y decirle: ¡Mira! ¡Ve lo que eres! ¡Deja de inclinarte y arrodillarte! ¡Levántate! Ese espejo es la ciencia, la poesía, la religión y más.
El enemigo a derrotar no es la religión; es la autoridad, de la que la religión suele prestarse a ser tan solo una herramienta. Mijáil Bakunin, sin embargo, ve a Dios como una barrera para la libertad: "La autoridad es la negación de la libertad; Dios es la autorización y la base intelectual y moral de toda esclavitud, y la libertad no puede ser completa mientras no aniquile la ficción poco propicia de un amo celeste".
Personalmente, no creo que importe si el amo es celeste o terrenal. Nadie que tenga un amo es libre.
El mensaje del humanismo es: La libertad es tu derecho innato; reclámalo.
Peter Morales con la Libre Congregación Unitaria de México
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