Columna publicada en el diario “La Prensa” el viernes 16 de enero de 2009
Por Francisco Javier Lagunes Gaitán *
Todos necesitamos un lugar de amor incondicional, de respeto, de aceptación que nos permita identificarnos, una serie de relaciones que nos digan a nosotros y al mundo quiénes somos. Estos lugares y estas relaciones que nos definen es lo que llamamos 'familias'. La familia, como todas las formas de organización social, evoluciona y se transforma a lo largo del tiempo.
En el Imperio Romano, la familia la constituía el conjunto de bienes y personas bajo la autoridad y tutela del Padre de Familia. Por esta razón una de las palabras que se usan para etiquetar a las servidoras domésticas es 'fámula'. El conjunto de los bienes de el Padre de Familia romano se llama el 'Patrimonio' y las unión legítima del Padre de Familia con una esposa reconocida socialmente (aparte de las concubinas) se llama 'Matrimonio' [la ocupación de la mater].
El matrimonio es uno de los ejes que tradicionalmente han definido a las familias. Las relaciones de afinidad (parientes políticos) se derivan de la relación matrimonial entre los clanes y tribus y la función más universal del matrimonio en todas las culturas humanas es la de legitimación de los hijos. Incluso en la sociedad Nuer de África (todavía a principios del siglo XX) se daban los matrimonios entre mujeres, en los que una de las integrantes se embarazaba con la colaboración biológica de algún hombre, pero los hijos eran reconocidos legítimamente como hijos de ese matrimonio del mismo sexo. El matrimonio de personas del mismo sexo no es, pues, ni novedoso, ni moderno.
Los momentos más decisivos de cambio en la historia moderna de la familia son la Reforma protestante del siglo XVI y la Revolución Francesa del siglo XVIII. El matrimonio y la familia va liberándose progresivamente de sus ataduras a conceptos teocráticos definidos por la iglesia impuesta desde el estado, para pasar a definirse en el ámbito del derecho civil, de la voluntad y la libertad de los individuos. El concepto mismo de la infancia como un bien merecedor de la protección pública se formó en la cultura occidental apenas en el siglo XVIII.
Con este panorama en mente contrasta que el reciente Encuentro Mundial de las Familias, convocado por el Papa se haya limitado a machacar una y otra vez declaraciones doctrinarias sin contacto con la realidad plural de las familias de México y el mundo. Según INEGI 20% de los hogares mexicanos son dirigidos por una mujer sola (30% en el DF), cada vez hay más familias creadas sin realizar ninguna forma de matrimonio. La aprobación de la Ley de Sociedad de Convivencia el DF ha contribuido a hacer visibles muchos de los hogares formados por parejas del mismo sexo.
Lo único sorprendente del citado encuentro es que se haya puesto de manifiesto que algunos jerarcas religiosos pretenden no darse por enterados de que vivimos en el siglo XXI y de que los cambios de los últimos 500 años son irreversibles.
* Activista y analista cultural: unitarius@gmail.com Integrante de la Libre Congregación Unitaria de México: www.lcum.blogspot.com
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