19 de febrero de 2008

'Fe' y 'creencia'

Revda. Linda Hoddy, Congregación Unitaria Uiversalista de Saratoga Springs, NY, 13 de junio de 2004 http://www.saratoga-uu.org/Transcripts2.cfm?TN=serv0423

En muchos de los movimientos por la justicia social, en nuestro país, es común escuchar que la gente dice, "Nos reunimos como gente de fe" para derrotar la pena de muerte, o para luchar por justicia económica, o para preservar la libertad reproductiva. Tal trabajo es una consecuencia natural de la religión, que en sus muchas modalidades casi siempre concita los esfuerzos hacia la justicia social. Como nos lo dice el escritor del Libro de Santiago (2.26), de las escrituras cristianas: "En resumen: así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta si no va acompañada de hechos." Pero esta palabra, 'fe', ¿qué significa realmente? Ciertamente se parlotea mucho, y muy descuidadamente, sobre ella. Me parece especialmente notable en el movimiento a favor del derecho a decidir (pro-choice) y a favor de los derechos reproductivos, la gente acostumbra decir en respuesta a la gente religiosa que se opone a la legalización del aborto, "Somos gente de fe, y apoyamos aborto". ¿Qué significa eso realmente? ¿Significa que creemos las mismas cosas? Aparentemente no, porque lo escuchas de cristianos, budistas, y judíos.

Por el lado negativo, a veces hablamos de 'esposos infieles', gente que no cumplió las expectativas de lealtad a su alianza matrimonial. En el mundo financiero, cuando se compra un bono, está respaldado por la completa fe y crédito del vendedor, lo que significa que el comprador puede tener fe en que su inversión será retribuida con intereses. [La palabra 'infidencia' significa en según el Diccionario de la Real Academia Española: "Violación de la confianza y fe debida a alguien"]. En el movimiento por los derechos civiles, particularmente entre la comunidad afroamericana, uno escuchaba la amonestación, "mantén la fe, hermano, mantén la fe". Por lo general esta era una amonestación para seguir la lucha, no rendirse, ser optimista respecto a que finalmente los derechos iguales llegarían.

A veces, uno escuchará a los unitarios universalistas (UU) describirse como 'gente de fe'. Y de nuevo, me pregunto lo que quieren decir con ello. De hecho, me hace retorcerme un poco de incomodidad, dado que no tenemos credos, ni teología oficial. Algunos entre nosotros reivindicamos una creencia en Dios, mientras que otros de nosotros no. Algunos nos describimos como humanistas, cristianos, paganos, budistas y, al mismo tiempo, unitarios universalistas. Algunos no añadimos nada a nuestro unitarismo universalista. ¿Así que qué queremos decir cuando decimos que somos 'gente de fe'? ¿Es acaso la fe alguna clase de común denominador subyacente? Debido a estas preguntas, es que decidí reflexionar sobre la relación entre creencia y fe.

Recuerdo un himno de mi infancia que contenía las palabras "Sólo creer, sólo creer. Todas las cosas son posibles, con sólo creer". En el ámbito de una iglesia cristiana fundamentalista, tomé estas palabras como un estímulo para creer en Dios y en Jesús, su hijo unigénito, como mi salvador personal.

Pienso que siempre me sentí un poco culpable debido a que no podía lograr creerme del todo esas cosas. Por lo menos no en un sentido muy literal o real. Tal vez, si de verdad lo pusiera todo de mi parte, podría incorporarlas en un sentido metafórico(1), pero no en el sentido en el que normalmente uso la palabra creer. La mayoría de los días, lucho con la creencia. La mayoría de los días, por lo menos en mis días buenos, si me preguntan si creo en Dios, diré que sí. Y por ello quiero decir que creo que existe alguna clase de fuerza consciente detrás de los procesos que sostienen al universo en su forma siempre cambiante. Pero mantengo esta creencia de una manera libre y flexible, y puedo entender por qué otra gente no cree en Dios. Algunos días, no estoy segura de creer. Así que, ¿soy una persona de fe?

En la historia humana reciente, en el mundo occidental, hemos refundido las palabras 'fe' y 'creencia'. Si uno 'tiene fe', se asume que uno 'cree', por lo menos en Dios, y si el interlocutor era además cristiano, en Jesús como el hijo único de Dios. El mundo frecuentemente está dividido entre 'creyentes' y 'no-creyentes'. Esto lo escuchamos en la iracunda retórica del islam integrista. Se refieren a quienes no somos musulmanes como 'infieles', aquellos 'sin fe', porque no creemos en Alá. Cuando comparamos el fundamentalismo cristiano y el fundamentalismo islamista, encontramos reivindicaciones enfrentadas de poseer la verdad final. Lógicamente, ambas no pueden ser simultáneamente ciertas. Jesús no puede ser al mismo tiempo la única encarnación del único Dios, y simplemente un profeta que precedió a Mahoma. Así como hemos encontrado a gente que proviene de muchas culturas diferentes, hemos sido obligados a reexaminar nuestras propias creencias, así como la reivindicación de que solamente la gente que crea lo mismo que nosotros sería 'gente de fe'.

El pionero en el examen de esta tensión entre fe y creencia es Wilfred Cantwell Smith (1916-2000). Cantwell Smith es un estudioso de las religiones comparadas que investigó en muchos lugares por todo el mundo y enseñó muchos años en Harvard. Él afirmó que "lo que creemos" no es la pregunta religiosa más significativa. Mucho más importante resulta la clase de fe que tenemos, y cómo la vivimos.

Tratemos de definir los términos un poco. Al usar la palabra, 'creencia' hoy, se refiere a una actividad mental, a sustentar ciertas ideas. Como todos sabemos, estas construcciones mentales varían grandemente alrededor del mundo. Los judíos creen en un Dios creador del cielo y la tierra. Los cristianos creen en Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los hinduístas creen en tantos como 300 millones de dioses diferentes, aunque todos provienen de Brahman. Muchas formas de budismo no implican una creencia en Dios. Todos estos sistemas religiosos tienen alguna forma de creencia. ¿Pero acaso tienen todos una 'fe'?

Cantwell Smith diría, "sí", debido a que la 'fe' es algo que está relacionado con aunque no es idéntico a la 'creencia'. La refundición de fe y creencia es más bien una reciente aberración occidental y cristiana.

¿Qué es la fe si no es creencia?

He aquí la respuesta de Cantwell Smith:

La fe es más profunda, más rica y más personal [que la creencia]. Es engendrada y sostenida por la tradición religiosa, en algunos casos recientes, y hasta cierto grado por su doctrina, pero es una cualidad de las personas, no del sistema. Es una orientación de la personalidad, hacia uno mismo, hacia el vecino, hacia el universo; una respuesta total; una forma de mirar lo que uno ve y de manejar lo que sea que uno maneje; una capacidad para vivir en un nivel mayor que el mundano; de ver, de sentir, desde el punto de vista de una dimensión trascendente.

Entonces la fe es una cualidad del vivir humano. De acuerdo al patrón más elevado ha tomado la forma de serenidad y valor, lealtad y confianza, y gozo que nos habilitan para sentirnos en casa en el universo, así como para encontrar sentido en el mundo y en la propia vida, un significado que es profundo y final, y es estable sin importar lo que pueda sucederle a uno mismo en el terreno de los acontecimientos inmediatos. Hombres y mujeres con esta clase de fe hacen frente a la catástrofe y la confusión, a la abundancia y a las penas, sin perturbarse; hacen frente a las oportunidades con convicción y empuje; y se acercan a los otros con una jovial caridad. (Fe y creencia: La diferencia entre ellas en inglés, p 12).

De acuerdo con esta definición, puedo decir que conozco a un gran número de ateos, humanistas, y budistas que no tienen una creencia en Dios, pero a quienes describiría como gente de gran fe. Son gente de gran compasión. Trabajan en muchos y variados movimientos por la justicia social. Son optimistas, Son capaces de visualizar un mundo mejor y de trabajar por él. Parecen capaces de manejar lo que sea que surja en su camino. Son gente de fe.

Sin excepción, cada vez que Cantwell Smith encontró la palabra 'fe' tal como se usa en otras religiones, siempre conlleva un significado mucho más amplio de lo que es nuestro uso común del término 'creencia'. La fe siempre "implica un alineamiento del corazón o de la voluntad, un compromiso de lealtad o confianza" (como lo resume James W. Fowler en Etapas de la Fe, p 11). La palabra hindú para fe puede describirlo mejor. La palabra es 'sraddha' que significa, "atrapar el corazón de uno".

James Fowler, al escribir 20 años después de Cantwell Smith, lo resume así:

Para que algo o alguien atrape el corazón de uno se requiere haber 'comprendido' o comprender el sentido de aquello hacia lo que uno es leal. La fe, por lo tanto, implica visión. Es un modo de conocimiento, o de reconocimiento. Uno se compromete hacia aquello que es conocido o reconocido, y vive lealmente, con la vida y el carácter conformados por ese compromiso. (Fowler, p 11)

De aquí que pueda verse cómo resulta que la fe es un fenómeno universal humano. Sin importar nuestra cultura o nuestra religión, podemos tener fe todos tenemos cosas que atrapan a nuestros corazones, con las que alineamos nuestras voluntades, con las que comprometemos nuestra lealtad y confianza. De cualquier forma, necesitamos preguntarnos si la nuestra es buena fe o mala fe. ¿Cómo podemos diferenciarlas?

James Fowler nos dice esto a propósito de juzgar la fe:

Las tradiciones de fe religiosa no pueden ser juzgadas únicamente con criterios utilitarios. Las tradiciones de fe religiosa, si son dadoras de vida y transformadoras de la vida, hacen mucho más que llamarnos a vivir en un acuerdo de fidelidad con nuestros compañeros de existencia. La fe religiosa debe hacernos capaces de enfrentar la tragedia y la finitud en las devastadoras y desconcertantes formas particulares en que se nos presentan, sin rendirnos ante la desesperación y el menoscabo moral. La fe religiosa debe nombrar y hacer frente a aquella tendencia profunda en nosotros a convertirnos a nosotros mismos —y a las extensiones de nosotros— en el centro del mundo. La fe religiosa debe proporcionarnos liberación y redención del pecado, de la obsesión egoísta sólo por uno mismo, y de todas las estrategias de vida y estructuras que surgen de ellos. La fe religiosa debe vincularnos a la comunidad de memoria compartida y esperanza compartida con la que nos unimos para simbolizar nuestra condición humana y para llevar a cabo las visiones que pueden animar y dar nueva vida. La fe religiosa no puede reducirse a lo ético o a lo meramente utilitario. Pero, como parte de esta contribución mayor e indispensable que la fe religiosa puede proporcionar para hacer y mantener humana a la vida, necesita responsabilizarse por la renovación y la extensión de un convenio universal con el ser. Necesita ser responsabilizada por su más amplia contribución a la buena fe en la tierra. (294)

Así que conocemos la buena fe por lo que produce y por lo que hace por nosotros. ¿Es tu fe dadora de vida y transformadora de la vida?. ¿Te permite o ayuda a sobreponerte a tus tendencias que pueden ser destructivas hacia ti y hacia otros? ¿Te proporciona una visión de cómo la vida podría ser mejor? ¿Te inspira a trabajar para hacer realidad esa visión? ¿Te provee de formas para simbolizar tu humanidad y te sostiene cuando te enfrentas a la pérdida de seres amados? ¿Te sostendrá a través de situaciones que amenazan la vida o de tus enfermedades? Todas estas cosas y más son lo que pedimos a nuestra fe. Y para la mayoría de nosotros, forjar tal fe por nosotros mismos es muy difícil, si no es que imposible. La mayoría de nosotros, tendremos una fe más fuerte y mejor si la forjamos en una comunidad religiosa.

Cuando estudiaba para el ministerio, los estudiantes fuimos invitados a una cena, una noche, con el Comité de Fraternidad Ministerial (MFC), la instancia acreditadora de nuestro ministerio. Ellos examinan a los candidatos para nuestro ministerio y deciden sobre su admisión. Así que todos nos dirigimos en parvada hacia el sótano de la Primera Parroquia de Cambridge para una cena compartida, 'de traje' (en la que cada cual trae un platillo), y para una sesión de preguntas y respuestas con la docena aproximada de integrantes del MFC. Una de las estudiantes habló con preocupación sobre lo incómoda que se sintió cuando le preguntaron qué era aquello que "los unitarios universalistas creen". Ella no sabía cómo contestar y quería saber lo que estos directivos de nuestro movimiento tenían que decir sobre esa cuestión.

Uno de los integrantes del MFC, y desconozco el nombre de esa persona, respondió, "Considero que somos gente que creemos en la posibilidad". Aquello siempre ha permanecido conmigo. Somos gente que cree en la posibilidad. Tenemos fe en que siempre es posible hacer mejor las cosas. No nos quedamos sentados sin hacer nada, ni tronándonos los dedos de pensar que el mundo se va al abismo aceleradamente. Podemos ver cómo el mundo podría ser diferente, y esa habilidad para visualizar, para postular un mejor camino, nos presiona a actuar para hacer realidad esta visión

Uno de nuestros lemas siempre ha sido "OBRAS Y NO CREDOS(2)" Esa es otra forma de decir, las creencias no son tan importantes como las acciones. Cuando yo era ministra en Plattsburgh, un congregante me comentó de la experiencia que tuvo al trabajar en un ministerio interreligioso de justicia social. Él empezó a conversar con una mujer episcopaliana que le preguntó qué era lo que los UU creían. Él le respondió "Creemos en las obras y no en los credos". La bien vestida mujer episcopaliana puso las manos sobre las solapas de su traje sastre, las empujó una contra la otra, se irguió muy derecha, con su nariz muy levantada miró a mi amigo y le espetó, "Bueno, nosotros creemos en ambos".

Pero tal posición podría estar cambiando. Un artículo reciente en The Christian Century [El siglo cristiano] se tituló, "Going Creedless?" ["¿Dejar de lado los credos?"] (June 1, 2004. Pages 24-28). El artículo respondía a cuatro libros recientemente publicados sobre el cristianismo primitivo, al que podríamos llamar cristianismo pre-credo, o cristianismo precanónico(3). Éstos sostenían que los credos fueron concebidos más por razones políticas que porque reflejaran la verdad divina. Los credos surgieron con el objetivo de unificar al cristianismo. Y sus autores afirmaron que más importante que la creencia correcta es "la confianza que nos habilita para comprometernos con lo que anhelamos y amamos" ("Going Creedless?" Christian Century, June 1, 2004, p 28).

Cualquier movimiento religioso debe eventualmente decidir cuáles son sus verdades centrales, sus principios centrales de organización, si ha de adquirir coherencia. Por ello es por lo que el Credo Niceno del cristianismo fue forjado en el año 323, en el Concilio de Nicea. Con estas verdades convencionales se construyó progresivamente una doctrina. Y entonces aparece alguien que aporta una nueva revelación, una nueva experiencia de lo divino que desafía la verdad recibida. Hay tensión conforme la versión personal de la verdad se pone a prueba contra la verdad recibida y la sabiduría de la comunidad. Si no hay manera de que la religión asimile la nueva verdad, finalmente morirá.

En los conflictos sobre qué es la verdad, nosotros los unitarios universalistas nos hemos inclinado más del lado del individuo que del de la colectividad. Nuestro enfoque de la verdad ha sido más abierto. Tememos a los credos debido a que clausuran la posibilidad de una nueva verdad. Esto nos da mayor libertad para definir la fe para nosotros, pero también a veces provoca que lamentemos la carencia de un centro sólido.

Hasta el momento presente, estoy dispuesta a buscar una solución de compromiso para equilibrar dos diferentes realidades. Me parece valioso mantener un enfoque más abierto hacia la verdad, estar listos para aceptar una nueva verdad cuando se descubra.

Hay un cuentito folclórico que narra a su vez Anthony De Mello y que capta el problema de las verdades fijas. Va más o menos así.

El diablo fue una vez a pasear con un amigo. Vieron a un hombre delante de ellos agacharse y recoger algo del suelo.

"¿Qué encontró el hombre?", preguntó el amigo.

"Un pedazo de la verdad", replicó el diablo.

"¿Y no te preocupa eso?", le preguntó el amigo.

"No", dijo el diablo, "lo dejare inventar una creencia con ello".

Al comentar el relato, De Mello dice:

Una creencia religiosa es una señal que apunta en la dirección de la verdad. Cuando te aferras a esa señal evitas moverte hacia la verdad, porque piensas que ya estás ahí.

Otra forma de decirlo podría ser que es la fe la que te permite vivir con tu duda. Y paradójicamente, es la duda la que nos permite tener una fe más profunda. La fe nos da la confianza para no aferrarnos a verdades ya superadas, sin ninguna vigencia, porque sabemos, creemos, tenemos la esperanza, de que una verdad siempre mayor llegará pronto. El resultado es una mayor apertura hacia la vida, hacia las diferentes formas de vida, hacia las posibilidades nuevas. Para mí, vivir de esta manera es tener una fe mayor que si nos aferráramos a ideas que ya no creemos que son verdaderas.

Pero la fe es algo más que el asentimiento intelectual de la verdad. La historia de las palabras 'fe' y 'creencia' ['belief', en inglés] indica que originalmente, ambas tenían tanto que ver con el corazón, como con la cabeza. Originalmente, 'creer' significaba 'tener en alta estima', 'virtualmente amar'. En alemán, aún hoy la palabra 'belieben' significa exactamente, 'tener en alta estima' (Smith, p 105) 'gustar de algo'. En inglés, la palabra ha evolucionado de 'leof', que significaba querido, o amado, a la forma verbal, 'to belove'. Ya no se usa esta forma, excepto para hablar de 'my beloved' ['mi bienamado']. Así que en el inglés actual todavía se escuchan ecos de aquella vieja implicación del corazón, pero hoy se usa la palabra creencia ['belief'] principalmente en el sentido de dar un asentimiento intelectual.

Al refundir creencia y fe, hemos perdido una gran parte de sus significados. No solo necesitamos creer en algo intelectualmente. Necesitamos saber qué es aquello a lo que entregamos nuestros corazones, nuestra lealtad. Como lo pregunta James Fowler, "¿Con qué te aplicas y a favor de qué eres aplicado?".

Lo que somos al final, si queremos una fe fuerte, no es sólo asentimiento intelectual, ni "tan sólo creer lo que no es", como una persona acertadamente señaló. Vamos en pos de una fe fuerte que nos permita estar abiertos a lo que sea que encontremos en el camino, esto nos traerá gozo en la vida, nos dará optimismo y esperanza, nos contemplará a través de las muertes de quienes amamos, y nos ayudará a hacer frente a nuestra propia muerte con ecuanimidad y paz. Una buena fe también nos dará algo a lo cual dedicar nuestras vidas, y en ese compromiso nos será posible encontrar significado. La fe, dice Smith, "implica un alineamiento del corazón o de la voluntad, un compromiso de lealtad y confianza". Creer en Dios, en un sentido tradicional, podría ser, o no ser, el objeto central de tu fe. En el sentido de Dios del escritor austriaco Rainer Maria Rilke (1875-1926) como, "lo mejor que podemos concebir", puedo asumirlo con entusiasmo. Quiero alinear mi voluntad, entregar mi corazón, comprometerme, ser leal, y confiar en la mejor visión que podemos concebir para preocuparnos y ocuparnos del mundo, de los humanos y de las otras criaturas que lo habitan.

Cada una y cada uno de nosotros debe construir una fe por sí mismo. Y esta construcción es un proceso permanente a lo largo de la vida. Crecer en la fe es una jornada de toda la vida. Y es más probable crecer de esta manera en una comunidad que en soledad. ¿Dónde encontramos tal comunidad? Bueno, la encontramos en las tradiciones de sabiduría, como llama Huston Smith a nuestras sagradas escrituras. Esos escritos están llenos de ideas sobre qué es lo lo mejor para entregar la vida de uno.

Pero incluso esto no es suficiente. También necesitamos una comunidad viviente, en la que podemos poner a prueba nuestras verdades, investigar lo que pueden parecernos revelaciones, contra lo que otros piensen. Necesitamos una comunidad con la cual simbolizar los significados de nuestras vidas.

La fe no es un producto que podamos comprar. Las iglesias y sinagogas, templos y mezquitas, no son 'tiendas de fe' a las que podamos ir a adquirir más fe. Desarrollar la fe es un compromiso para toda la vida, un proceso de por vida. Y ese proceso se ve más como una espiral que como una línea recta. A lo largo de los ciclos de nuestra búsqueda podemos creer y descreer de dios o de los dioses, a lo largo de la jornada. Pero una fe fuerte puede sostenernos, guiarnos, empoderarnos, profundizar nuestra visión y empujarnos a entregar nuestros corazones y vidas a lo mejor que conocemos. Que no seamos gente que tan solo mantiene la fe. Que seamos gente de una grande y buena fe que sea una bendición para el mundo.

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NOTAS DEL TRADUCTOR

(1) metáfora. 1. f. Ret. Tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita; p. ej., Las perlas del rocío. La primavera de la vida. Refrenar las pasiones. 2. f. Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión; p. ej., el átomo es un sistema solar en miniatura. DRAE

(2) credo. Del Latin "credere" creer. Una declaración corta de creencias religiosas, usualmente motivada por la necesidad de destacar las enseñanzas de la iglesia, por oposición a la herejía. Post-credo indicaría estar más allá de los credos, o habiendo superado la necesidad de los credos.

herejía: Proviene de la palabra griega para "escoger". Creencias prohibidas por la política del cuerpo directivo de un grupo de fe. La herejía de un grupo es frecuentemente creencia obligatoria o credo de otro. Considérese, por ejemplo, el criterio para la salvación que se enseña en tres grupos cristianos diferentes: la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormones), y los fundamentalistas protestantes. Las creencias obligatorias de un grupo pueden ser al mismo tiempo las herejías condenadas del pasado para otro grupo (y viceversa).

hereje: persona que cree en una o más herejías.

(3) canon. El Canon de la Escritura en el cristianismo se refiere al conjunto de libros seleccionados de entre los libros de las Escrituras Hebreas, las docenas de evangelios, y las muchas docenas de epístolas de la Biblia. Algunos cánones contienen sólo 39 libros de las Escrituras Hebreas (Viejo Testamento) y 27 libros de las Escrituras Cristianas (Nuevo Testamento). Otros cánones incluyen los Apócrifos. Algunos teólogos liberales han recomendado que el canon se abra a escritos adicionales.



Linda Hoddy: 'Fe' y 'creencia'


1 comentario:

Roberto Chavez dijo...

Magnífico artículo... abrió grandemente mi comprensión... gracias