15 de septiembre de 2008

El humanismo religioso

http://www.humanistsofutah.org/1996/artapril96.htm
Mason Olds, "Religious Humanism", otoño de 1995
Trad. Francisco Javier Lagunes Gaitán

¿Qué es el humanismo religioso? Puedo ofrecer aquí tan sólo un recuento esquemático de las particularidades más destacadas de este enfoque característico de la religión, que se originó en los EUA, entre los Unitarios, alrededor de la época de la Primera Guerra Mundial. El movimiento llegó a abarcar a dos grupos: uno estaba formado por Unitarios, Universalistas, y partidarios de la Cultura Ética; el otro lo formaban algunos académicos. Entre ellos eran dignos de notarse Roy Wood Sellars (1883-1973), miembro del departamento de filosofía de la Universidad de Michigan, A. Eustace Haydon (1880-1975), profesor de religión comparada en la Universidad de Chicago, y John Dewey (1859-1952), miembro del Departamento de Filosofía de la Universidad de Columbia. Los tres subscribieron un documento muy controvertido, en 1933, titulado "Un manifiesto humanista" y los tres escribieron libros que contribuyeron a establecer el canon literario del humanismo religioso.

El desarrollo del movimiento, desde luego, fue mucho más complejo y menos continuo de lo que he sugerido, pero los humanistas religiosos tempranos fueron historicistas y nominalistas. Sellars, por ejemplo, dijo, "Una vez que hemos cortado los supuestos vínculos con el mundo sobrenatural, vemos que la religión es --y siempre ha sido-- un producto social". También pensaban que las metáforas de las religiones del pasado estaban muertas y que las nuevas metáforas creadas por el humanismo religioso ofrecerían una dirección apropiada para la religión de su tiempo.

Los humanistas religiosos estaban convencidos de que la religión fue creada por humanos, no por dioses, que siempre hablan en las palabras de los hombres. Estos humanistas ofrecieron una interpretación funcional de la religión: fue creada por humanos para servir a ciertos propósitos. Haydon habló de la religión como de "la madre de los sueños". La tarea es imponer un sentido humano sobre al proceso cósmico, conformar el curso del flujo de la vida, con sus millones de impulsos en conflicto, de manera que converja hacia la expresión práctica del idealismo creativo. Sellars mantuvo que la función de la religión era preservar y llevar adelante los valores humanos. Generalmente, los humanistas pensaron en la religión como en una participación inteligente en la búsqueda humana de una buena vida en un mundo compartido.

La suya fue una religión sin Dios. Es verdad que Dewey usó la palabra Dios para designar el proceso por medio del cual lo existente se transforma en lo ideal, pero su amigo y colega Corliss Lamont (1902-1995) sostenía que Dewey usó el término para evitar ofender las sensibilidades de sus amigos teístas. En todo caso, la palabra causó tal controversia que él llegó a arrepentirse de haberla usado. Algunas afirmaciones sobre la religión en "A Common Faith" no requieren el concepto de Dios, por ejemplo, "Cualquier actividad realizada en pos de un ideal que se enfrente a obstáculos, y supere las amenazas de perdidas personales, debido a la convicción de sus valores generales y perdurables, es religiosa en su calidad". Haydon usó la prueba pragmática para juzgar los reclamos sobre la utilidad de los dioses: Lo que se espera que los dioses hagan, y no han sido capaces de lograr a través de las eras, el ser humano debe encontrar el valor y la inteligencia para hacerlo por sí mismo. Más necesaria que la fe en Dios es la fe que el ser humano puede tener en el amor, la justicia, la paz y en todos sus bienamados valores morales encarnados en las relaciones humanas. La negación de esta fe es el único ateísmo real. De acuerdo con los humanistas religiosos, la gente puede ser moral sin la creencia en Dios. Sellars dijo, "La moralidad es básicamente una cuestión de grupo. Es un término para designar las costumbres que se han desarrollado a través de las generaciones y que son asimiladas por cada individuo recién nacido en su momento, de manera semejante a cómo aspira el aire a sus pulmones". La conciencia, más que ser la voz de Dios en el alma del creyente, era vista por los humanistas religiosos como una reproducción de la moralidad tribal. Para ser moral, la gente no necesita de la autorización sobrenatural de un policía celeste. La moralidad debe justificarse a sí misma por su efecto real sobre la vida humana. Es fundamentalmente un producto, un logro histórico.

Al repudiar la noción del dualismo mente/cerebro, los humanistas religiosos también repudiaron la creencia en la inmortalidad personal. De acuerdo con Sellars, el nuevo naturalismo se ha percatado de que la personalidad es, en gran medida, un producto social enraizado en la historia social del grupo. Los humanistas estaban convencidos de que la conciencia era totalmente dependiente del cerebro; si el cerebro está muerto, también lo están la mente y la conciencia. Sellars mantenía que, "La religión y el espíritu están dentro de ti. Son el único Reino Celeste". Pero más allá de estas consideraciones, el concepto de la inmortalidad personal se ha convertido en una metáfora muerta. La meta de la religión es promover lo espiritual en los humanos, en el entendimiento de que lo espiritual tiene relevancia solamente entre el nacimiento y la muerte. En este sentido general amplio, lo espiritual emerge cuando hay inteligencia de un orden bastante elevado, un sentido de lo correcto y lo incorrecto, una habilidad para establecer los parámetros, un impulso hacia la creación en el arte y las relaciones sociales, una riqueza de la imaginación. En resumen, los humanistas religiosos vieron a la religión como una creación humana para contribuir, tanto al bienestar personal, como al social. A diferencia de las nociones tradicionales de la religión, incluso de las más liberales, ésta repudió la creencia en Dios, la creencia de que los humanos no podrían ser morales sin un concepto de Dios que sustentara la moralidad, y la creencia de que los humanos serían inmortales en algún sentido personal.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y es que no tendría nada de malo que la religión fuese simplemente un negocio basado en una mentira que hay quien está dispuesto a creer y también a dar dinero a cambio de seguir creyéndola. Hay otros muchos negocios así. La homeopatía no cura, y en los Cheetos no echan queso. Lo que no debe consentirse en ningún caso es la influencia de las iglesias en la vida social y en la vida política. Nunca confíese un asunto de vida o muerte a una "empresa" donde se beben la sangre de su jefe los domingos.

Unitarius@gmail.com dijo...

Hola Humanismo

¿No te parece un tópico un tanto desgastado ese de siempre asociar 'religión' con 'negocio'?

Ni la religión es lo que dicen las iglesias hegemónicas convencionales, ni retribuir justamente el trabajo me parece degradante necesariamente:

Búsqueda Unitaria: ¿Qué es y de dónde viene 'religión'? Rechacemos etimologías espurias

Esa clase de tópicos me dan la impresión de estar impregnados de un tufo angelicalista, como si quien los emite o los compra se hubiera tragado la píldora católica y protestante hegemónica, en cuanto a aceptar su infame dualismo que pretendería separar cuerpo (materialidad), de la espiritualidad (los significados profundos de la vida).

Como yo no soy dualista, no me doy por sorprendido realmente al constatar que las organizaciones humanas, incluso las que proclaman dedicarse exclusivamente a una 'espiritualidad' presuntamente inmaterial, en realidad tienen intereses y correlatos en el profano, sensual y maravilloso mundo material.

Tu comentario presuntamente 'irónico' sobre beberse la sangre del jefe los domingos me parece bastante crédulo y seguidista de la ortodoxia católica de la transubstanciación de la hostia y el vino. ¿Por qué te dejas impresionar tanto por un poco de magia simpática?

Creo que la mayor aportación del humanismo religioso es que ofrece a los noteístas y no-creyentes una comunidad religiosa libre para juntos buscar lenguajes que permitan expresar los aspectos sagrados de la vida humana y del universo.

Saludos humanistas,

Francisco Javier Lagunes Gaitán